El largo adiós de la Jefatura de Gabinete y la audacia del Experimento Massa
Se los ve caminando por los jardines de la quinta de Olivos. El asunto que tratan explica que no confíen...
08 de Agosto de 2022
Se los ve caminando por los jardines de la quinta de Olivos. El asunto que tratan explica que no confíen ni en las paredes: Raúl Alfonsín sabe que carlos Menem está dispuesto a escuchar ofertas con tal de vender la reforma constitucional que lo habilite a un segundo mandato consecutivo -alternativa que los constituyentes de 1853 le niegan con la firmeza clonada de yanquis de la envergadura de Alexander Hamilton y las razones fundantes expuestas en las columnas de El Federalista.
Finalmente, el jefe radical pone un precio sensato, calculado sobre las urgencias del ofertante: la reforma habilitará al Poder Ejecutivo a postularse a una reelección inmediata, pero el mandato pasará de seis años a uno de cuatro. En contrapartida, exige que la Cámara se Senadores disponga de tres senadores por provincia: dos por el que obtenga el mayor número de votos, y uno por el que le siga en en número de votos.
A la postre, el radicalismo tendrá al menos grandes chances de asegurarse una banca en la Cámara Alta, ámbito habitualmente controlado por el justicialismo. Claro que la innovación tira por la ventana las razones de los juristas de fines del siglo XVIII: el Senado debe representar a los Estados como compensación de la cualidad de Diputados, consistente en representar al Pueblo. Por lo tanto, la representación de las Provincias no puede ser bicéfala: el acuerdo convirtió a Senadores en una mini-cámara de Diputados; business is business. Alfonsín, que cree sinceramente que los gobiernos socialdemócratas europeos son un paradigma, sueña con incluir en la reforma la figura del primer ministro, de tal suerte que una caída del gobierno no determine el final del Presidente.
Sin embargo, Menem no está dispuesto a ceder la herramienta histórica del peronismo: un presidente fuerte y seguro de sí mismo es incompatible con la hipotética posibildad de negociar co-habitaciones sorpresivas que la vieja Europa ha aprendido a pilotear. Uno de los dos habrá susurrado al oído del otro: partamos la diferencia; tenemos en juego asuntos tan valiosos que no merecen la ignominia de un desencuentro por temas menores. Se crea, en consecuencia, la figura del Jefe de Gabinete de Ministros: se le encomienda, acaso alegremente, 'la administración general del país' y, por mayoría de cualesquiera de las Cámaras, podrá ser interpelado para una moción de censura.
En la cúspide del delirio, se dispone que, mediando el voto de las mayorías de ambas Cámaras, el Jefe de Gabinete podrá ser removido. Resultado del convenio: Carlos Saúl Menem ejerció la primera magistratura durante diez años, y aún pretendió que la Corte lo autorizara para un tercer mandato; alegó entonces que el primero, iniciado previo a la reforma constitucional, no debía ser computado. Los radicales ampliaron sus chances de representación en Senadores, y a ninguno le pareció trascendente que nada de los dispuesto en torno al Jefe de Gabinete fuera desde entonces y hasta hoy, trancurridos veintiocho años, nada más que fría letra muerta.
Finalmente, el jefe radical pone un precio sensato, calculado sobre las urgencias del ofertante: la reforma habilitará al Poder Ejecutivo a postularse a una reelección inmediata, pero el mandato pasará de seis años a uno de cuatro. En contrapartida, exige que la Cámara se Senadores disponga de tres senadores por provincia: dos por el que obtenga el mayor número de votos, y uno por el que le siga en en número de votos.
A la postre, el radicalismo tendrá al menos grandes chances de asegurarse una banca en la Cámara Alta, ámbito habitualmente controlado por el justicialismo. Claro que la innovación tira por la ventana las razones de los juristas de fines del siglo XVIII: el Senado debe representar a los Estados como compensación de la cualidad de Diputados, consistente en representar al Pueblo. Por lo tanto, la representación de las Provincias no puede ser bicéfala: el acuerdo convirtió a Senadores en una mini-cámara de Diputados; business is business. Alfonsín, que cree sinceramente que los gobiernos socialdemócratas europeos son un paradigma, sueña con incluir en la reforma la figura del primer ministro, de tal suerte que una caída del gobierno no determine el final del Presidente.
Sin embargo, Menem no está dispuesto a ceder la herramienta histórica del peronismo: un presidente fuerte y seguro de sí mismo es incompatible con la hipotética posibildad de negociar co-habitaciones sorpresivas que la vieja Europa ha aprendido a pilotear. Uno de los dos habrá susurrado al oído del otro: partamos la diferencia; tenemos en juego asuntos tan valiosos que no merecen la ignominia de un desencuentro por temas menores. Se crea, en consecuencia, la figura del Jefe de Gabinete de Ministros: se le encomienda, acaso alegremente, 'la administración general del país' y, por mayoría de cualesquiera de las Cámaras, podrá ser interpelado para una moción de censura.
En la cúspide del delirio, se dispone que, mediando el voto de las mayorías de ambas Cámaras, el Jefe de Gabinete podrá ser removido. Resultado del convenio: Carlos Saúl Menem ejerció la primera magistratura durante diez años, y aún pretendió que la Corte lo autorizara para un tercer mandato; alegó entonces que el primero, iniciado previo a la reforma constitucional, no debía ser computado. Los radicales ampliaron sus chances de representación en Senadores, y a ninguno le pareció trascendente que nada de los dispuesto en torno al Jefe de Gabinete fuera desde entonces y hasta hoy, trancurridos veintiocho años, nada más que fría letra muerta.
Escenas derivadas
En televisión, se habla del Presidente Alberto Fernández y de su paso por la Jefatura de Gabinete del kirchnerismo (2003-2008). Se encuentra presente Guillermo Moreno, Secretario de Comercio interior entre 2006 y 2013. En un momento, declara: 'Yo le dije a Alberto: vos nunca fuiste Jefe de Gabinete de Nestor. Apenas fuiste su secretario'. Describía Moreno, con rústica espontaneidad, una situación constante desde la incorporación de la figura que pretende remedar, a la criolla, a un personaje clave de las democracias parlamentarias: los presidentes argentinos no toleran delegar ninguna cuota de poder personal, llevando la expansión de competencias hasta el límite mismo de una crisis institucional.
En el año 2021, los gastos de funcionamiento de la Jefatura de Gabinete insumieron del erario público la inconcebible cifra de AR$ 17.310 millones, que representaban -a un tipo de cambio de AR$ 101,96, al 30-12 del mismo año- la suma de casi US$ 170 millones.
En algunas administraciones, a pesar de la recomendación constitucional, las reuniones de Gabinete han sido rarísimas.
El Gabinete del Dr. Massa
Como se sabe, el Dr. Massa, ante el requerimiento de que se hiciera cargo del Ministerio de Economía, puso como condición que la repartición absorbiera el control jerárquico de los ministerios de Producción y Agricultura, Ganadería y Pesca. Incorporaba el nuevo abanico de competencias dos áreas sensibles y vitales: la recaudación de impuestos y la Aduana. Algunos han observado que, hacia los primeros años de 1991, el Ministro de Economía del ciclo menemista, Domingo Felipe Cavallo, había disfrutado de similares cotos de poder concreto. Sin embargo, algunos matices permiten diferenciar las circunstancias: el Poder Ejecutivo era, entonces -y como lo sigue estableciendo la Constitución Nacional- unipersonal. La administración Fernández transitó un período de conducción compartida con su Vice, con frecuencia atormentada por la tensión emergente de un equilibrio inestable, hasta arribar en la actualidad a un opacamiento evidente de su desempeño. Asimismo, es menester consignar que, treinta y ún años atás, el país, víctima de crisis recurrentes, disponía de crédito abundante ante los organismos internacionales. De hecho, el impertinente ensayo de economía-ficción según el cual una unidad de la moneda estadounidense equivalía a otro de la nuestra, se sostuvo durante diez años, en la generosa disponibilidad de líneas de financiación externas y en una lluvia sin precedentes (ni emulación posterior) de la inversión privada, nacional y, especialmente, extranjera. Son tan disímiles los contextos, que resultaría ocioso detenerse para subrayarlos.
Alquimias argentinas
El fino sentido de la oportunidad que tipifica al flamante Ministro de Economía lo ha orientado inteligentemente: la gravedad de la crisis requiere concentración en la dirección y ejecutividad en términos de celeridad, a fin de que las medidas a adoptar surtan el efecto pretendido. En paralelo, la ampliación de incumbencias consentida le facilita una remarcable oportunidad para el lanzamiento de su figura como aspirante a la primera magistratura.
Dos fenómenos concurrentes fortalecen su peso específico en el Gabinete: la dilución inmediata de la tarea y la exposición de la vocera del Poder Ejecutivo Nacional por un lado, y el notorio carácter secundario, a pesar de iniciativas en contrario, del rol del Jefe de Gabinete. El Dr. Manzur funge ahora como facilitador de las tareas del Ministerio de Economía en su relación con las otras áreas de gobierno, y sus mensajes cuidan, por cualquier vía, de mantener precisamente la impresión pública de que no habrá cuestiones de celos personales o de jerarquías desvalorizadas que pudieren entorpecer la labor del colega super-empoderado.
La política argentina ha engendrado un modelo de administración del Poder que no reconoce antecedentes; cualidad que, per se, no autoriza a ensalzar o a lamentar el registro. Así, se dispone de un esquema que podría traducirse como sigue:
La política argentina ha engendrado un modelo de administración del Poder que no reconoce antecedentes; cualidad que, per se, no autoriza a ensalzar o a lamentar el registro. Así, se dispone de un esquema que podría traducirse como sigue:
1. El Poder Ejecutivo, unipersonal de acuerdo a los considerandos de la Constitución Nacional, es -al menos- una tarea conjunta con la Vice.
2. La Jefatura de Gabinete, desvalorizada en los hechos, como fuente de autoridad en presencia de los estatuído por el Artículo 100 de la Constitución (Reforma de 1994), es devorada por el agravamiento de la crisis.
3. El flamante ministro absorbe todas las zonas de poder vitales en una crisis terminal. El hecho de que el Banco Central no haya resultado incluído nada revela: su conducción responde al flamante funcionario y, en todo caso, su pretendida independencia institiucional es ignorada -ya desde hace ochenta años.
4. La percepción generalizada es que se ha producido un cambio de conducción en la cúpula del Poder nacional. El Presidente queda reducido al rol secundario que tienen los mismos en los regímenes parlamentarios, cerrando así una paradoja inclasificable.
5. El Ministro de Economía actúa, en los hechos, como un Jefe de Gobierno, con la ventaja de que el Congreso no se atreverá a involucrarlo en interpelación alguna, a efectos de plantearse un voto de confianza.
6. El novedoso ecosistema de tensiones se evidencia, desde ahora, entre la presidenta del Senado y el Señor Ministro: un agravamiento de la relación porta el potencial de derivar en un incremento de las chances de derrota del Frente de Todos, y en un rotundo golpe contra las aspiraciones del ministro, de alcanzar la presidencia de la República.
La imprevisibilidad es el material esencial del que está compuesto el tiempo en la Argentina. La incertidumbre es nuestra única certeza.
Ambas cualidades encierran, en su interior, el deslumbramiento de la sorpresa. La misma que, periódicamente, rescata al país cuando el eco del abismo parece condenarlo.
La imprevisibilidad es el material esencial del que está compuesto el tiempo en la Argentina. La incertidumbre es nuestra única certeza.
Ambas cualidades encierran, en su interior, el deslumbramiento de la sorpresa. La misma que, periódicamente, rescata al país cuando el eco del abismo parece condenarlo.
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@Atlante2008
Sobre Sergio Julio Nerguizian
De profesión Abogado, Sergio Julio Nerguizian oficia de colaborador en El Ojo Digital (Argentina) y otros medios del país. En su rol de columnista en la sección Política, explora la historia de las ideologías en la Argentina y el eventual fracaso de éstas. Sus columnas pueden accederse en éste link.