Existen precedentes para certificarlo: toda vez que se conocen filtraciones de intercambios entre personalidades políticas de calibre, la discusión se muda rápidamente. En los inicios, la opinión pública se cuestiona por la legalidad -o ilegalidad- concerniente a la metodología involucrada en la obtención del material. Al poco tiempo, el foco de la atención se centra estrictamente en los contenidos. Sucedió en 2018, cuando el teleperiodista Luis Majul reveló escuchas entre la hoy Vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner y Oscar ‘Larry’ Parrilli. Y tiene lugar idéntico fenómeno hoy, con los intercambios electrónicos protagonizados por el funcionario larretista Marcelo Silvio D’Alessandro (a la sazón y por ahora, secretario de Seguridad en el GCBA), contratistas, funcionarios judiciales, y otros no necesariamente célebres actores. Veloz conclusión: abrazarse al cuestionamiento de las metodologías de obtención es fútil. Amplifica la sensación de que los aparentes damnificados necesitan correr el eje de la discusión, para impedir que los contenidos alcancen un inconveniente estrellato. Así las cosas, el fallido sendero de la desmentida vuelve a confirmar su limitada eficacia, como le sucedió al extinto sello Frente Para la Victoria en 2018 con su operativo vendetta versus Majul.
Hoy, el subconsorcio
Juntos por el Cambio incurre en la antigua tropelía del FPV.
Prematuramente, su elemento defendió cerradamente a D’Alessandro, pese a la abundancia de contradicciones incurridas por aquél.
El funcionario porteño consigna que le ‘robaron la línea’; en simultáneo, declara airadamente que los chats son apócrifos, ‘editados’ -cuando es obvio que ambas condiciones son mutuamente excluyentes. La
entrevista por él concedida al periodista de La Nación Matías Moreno el pasado 30 de diciembre registró un
compendio de errores no forzados inéditos para un servidor público;
por momentos, es una suerte de case studio sobre suicidio político.
Entonces, el proverbial Cisne Negro deviene hoy en Kraken, bestia mitológica submarina que -relatos de marineros de la antigüedad mediante- acosaba a embarcaciones que circulaban a través de aguas tempestuosas, aunque hoy es utilizado como referencia retórica informal para describir a desarrollos que, involucrando la liberación de información sensible, ‘bombshells’ o ‘bombas’, cuentan con capacidad para ocasionarle serios daños a un ecosistema en particular; político -por qué no. Diríase, en los Estados Unidos: ‘Release the Kraken’ (‘Soltad al Kraken’).
En el caso que nos ocupa, el Cisne Negro en su
Variante Chats viene a aceitar el eficiente servomecanismo que, ya en progreso, conduce sin escalas al
Shock Sistémico -fenómeno oportunamente desglosado en este espacio. El desmadre económico-financiero nacional con el que gobierno/régimen y oposición parecen llevarse tan bien,
sintoniza a la perfección con el desmoronamiento del último sostén de credibilidad del Conjunto. Ergo, el efecto disfruta de una amplificación casi geométrica, en razón de que el culebrón de
Lago Escondido ha expuesto cabalmente la mecánica de
connivencia entre sistema judicial, dirigencia, medios de comunicación (con disculpas al Sr. Georgie Rendo) y -acaso- espionaje. Era de esperarse que la subunidad de negocios conocida por algunos como ‘
Juntos’ formulara una airada defensa de una figura de tercera línea como D’Alessandro, aunque lo haya hecho mezclando todo y, en el ínterin, aferrándose a palabras clave ‘
tabú’ tales como
Eldorado o
SIM swapping. Probablemente, el sucedáneo de tanta conmoción y desesperación sea la necesidad de resguardar a futuros y nuevos damnificados de alguna próxima entrega. Lo advirtió el propio secretario del Gobierno de la Ciudad:
‘Mañana, podrían salir chats de Larreta, de Santilli o de Alberto Fernández, y cualquiera dice cualquier barbaridad. ¿Adónde nos quieren llevar?’ (dixit)
En consecuencia, confirma el timorato empleado porteño que el Kraken existe. Porque lo ha mirado a los ojos, aunque de momento la bestia haya decidido ocultarse bajo la superficie. Quizás rumiando una próxima incursión (que sería la tercera).
Atiéndase, mientras tanto, a algunas consideraciones pertinentes:
-
El Sr. D’Alessandro se negó a entregar su teléfono móvil para que le sean efectuadas las pericias informático-forenses necesarias. Y que, en todo caso, hubiesen ayudado a cimentar su esfuerzo de victimización. Una
rareza que, incidentalmente, lo presenta como un ciudadano VIP;
la Policía de la Ciudad rara vez le ha ‘pedido permiso’ a numerosos ciudadanos a la hora de confiscar sus teléfonos y/o computadoras personales.
-Fuentes del gobierno porteño se refieren a la ‘
sofisticación’ del núcleo delictivo encargado de capturar información ajena.
Sin embargo, la operatoria conocida como SIM swapping no requiere de tecnología high-end; es inherentemente binaria y, por lo general, los perpetradores suelen recurrir fundamentalmente a ingeniería social para completar la faena.
-Acto seguido, la hipótesis de la ‘mesa militar’ impulsada por Christian Ritondo (bloque ‘Juntos’) cae por propio peso, aún cuando el desventurado General César Milani y su devaluado entourage (Marcelo Granitto y otros) portan sobre sus hombros un nutrido historial en materia de tropelías clandestinas.
-
Muy probablemente, D’Alessandro haya reconocido ante Horacio Rodríguez Larreta y otros interlocutores la veracidad de sus propios intercambios.
Así que, ¿para qué seguir merodeando en torno de una supuesta edición de material?
-Preguntas, para el epílogo: a)
¿por qué el Jefe de Gobierno le ha encargado a su propio hermano (
Augusto Rodríguez Larreta)
ocuparse personalmente del asunto, liderando una suerte de
task force interna?; b) ¿podría, este incómodo desarrollo, perjudicar eventualmente la candidatura del hoy sospechosamente taciturno
Diego Santilli a la
Gobernación de la Provincia de Buenos Aires?
La historia de referencia y sus componentes periféricos, finalmente, aúnan esfuerzos para cumplimentar una glorificación accidental del Quiebre Sistémico. Accidental, por cuanto sus protagonistas centrales y de reparto se muestran como sinceros rehenes de la ineptitud y la más abyecta torpeza. Como si portaran consigo el propósito inconfesable de autodestruírse, y de arrimar al navío y a sus grumetes de compañía hacia el definitivo desastre. ‘Es el Estado que tenemos’, podrá alegar alguna voz socarrona.
Empero, quienes se presumen Guardianes de la Narrativa, insistirán en seguir ocultando Secretos y Conversaciones. Hasta que ya no puedan hacerlo.
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A tal efecto, una conveniente cita del relato corto de horror ‘Los Cadáveres Amortajados’, de Robert H. Rohrer, Jr.
’(…) Y sus pensamientos se encontraron con una vieja cita de Shakespeare:
En la más alta y próspera majestad
[de Roma,
Años ha el muy poderoso Julio cayó;
Las tumbas se quedaron vacías, y los
[cadáveres amortajados
Chirriaron y farfullaron en las calles
[romanas;
Mientras estrellas con regueros de fuego;
[y mareas de sangre
Portentos en el sol…’