¿'Perdió' Níger la diplomacia estadounidense bajo la Administración Biden?
La Guardia Presidencial de Níger, liderada por el General Abdourahmane 'Omar' Tchiani, escenificó un golpe de Estado...
La Guardia Presidencial de Níger, liderada por el General Abdourahmane 'Omar' Tchiani, escenificó un golpe de Estado el pasado 26 de julio, que reemplazó al entonces presidente Mohamed Bazoum con un Consejo de Preservación Nacional. Ese órgano designó, acto seguido, a un líder interino: el ya mencionado Tchiani.
Aún cuando se designó a un número de civiles para ocupar puestos en el nuevo gobierno, queda claro dónde reside el poder realmente.
Níger es apenas la última pieza de dominó en caer en la región del Sahel en el Africa, tras los golpes registrados en Burkina Faso, Guinea, Malí y el Sudán, en años recientes.
Combinado ello con la recurrente inestabilidad en la República Centroafricana, Chad, Etiopía, Libia y Sudán del Sur, esta enorme región -que va desde el Océano Atlántico hacia el Mar Rojo- se ha tornado altamente volátil.
Pero, ¿qué sucede con los intereses de los Estados Unidos de América en este cuadrante?
En primer lugar, debe consignarse la influencia del grupo terrorista Boko Haram en Nigeria y en Chad. Ramificaciones del Estado Islámico, al-Qaeda y otros núcleos hostiles a los EE.UU. (designados como organizaciones terroristas en el extranjero) se muestran activas en Níger, Malí y Burkina Faso.
Otras organizaciones armadas provocan disrupción y problemas en los cuadrantes septentrional y oriental del Sahel y del Cuerno de Africa. De acuerdo a una estimación, el Sahel contabiliza un 43% de las muertes en el mundo a raíz de accionar terrorista.
Estos núcleos revelan su propósito de desestabilizar para luego controlar estas extensas áreas -con miras a amplificar su influencia y lanzar ataques. Ciudadanos estadounidenses y personal militar de norteamericano han perdido la vida a manos de activos terroristas en el Sahel, en los últimos años. Y, conforme hemos aprendido tras el 11 de septiembre de 2001, la tolerancia frente al crecimiento de grupos terroristas en tiempos de paz pueden representar devastadoras consecuencias para los Estados Unidos.
En segundo orden, Washington se propone impedir que la influencia china y rusa incrementen su proyección sobre importantes recursos naturales, como es el caso de las reservas de uranio y de crudo en Níger. El grupo mercenario ruso conocido como Grupo Wagner ya es remunerado para resguardar a los presidentes de Malí y de la República Centroafricana. La presencia africana de China y la Federación Rusa se ha visto incrementada, desde Níger hasta Libia.
Los Estados Unidos de América respaldan su interés de promocionar estabilidad, combatir al terrorismo y contrarrestar la influencia rusa y china en la región de referencia. Infortunadamente, Washington no ha probado su eficiencia en el cumplimiento de esta meta.
Los EE.UU. han despachado aproximadamente US$ 500 millones a Níger durante la última década, a criterio de entrenar y equipar a sus fuerzas armadas para que puedan combatir más eficazmente la amenaza del terrorismo regional -junto con otros tantos millones a fin de que sean destinados a asistencia a civiles. Sin embargo, Níger continúa en la posición #189 sobre 191 naciones en el Indice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, exhibiendo uno de los ingresos per capita más bajos del Africa.
Peor aún: algunos de los líderes del golpe registrado en Níger han recibido entrenamiento y asistencia militar de parte de los Estados Unidos. En efecto, el hecho de que el Departamento de Defensa en Washington haya sido sorprendido con la guardia baja por el golpe consigna una imputación directa contra los contactos entre fuerzas armadas y organismos de inteligencia.
En razón de que las fuerzas estadounidenses mantienen una base aérea de aeronaves no tripuladas en Níger -que muy probablemente se vean forzadas a abandonar-, esta nación africana debió haber estado entre las prioridades del Comando de los Estados Unidos para Africa (U.S. Africa Command; AFRICOM).
También el Departamento de Estado se quedó a mitad de camino. Históricamente, los EE.UU. toleraron que Francia se responsabilizara por el trabajo duro de la seguridad en la Africa francófona. Pero, ahora, la región evidencia un creciente resentimiento contra el antiguo poder colonial galo.
Luego del golpe de 2021 en Malí, las fuerzas armadas francesas fueron eyectadas del país. Burkina Faso también solicitó el retiro de las fuerzas francesas a comienzos del año en curso, y es probable que Níger se incline por tomar idéntica decisión.
Al igual que el Departamento de Defensa, el Departamento de Estado y la Casa Blanca parecen haberse visto sorprendidos por el golpe. Con todo, Níger contabilizó ya el sexto golpe en el Sahel, desde el año 2020. Los hechos registrados difícilmente pueden catalogarse como eventos impredecibles.
En apariencia, resulta altamente probable que un equipo competente -operando desde la Embajada de los EE.UU.- haya prestado atención a rumores frente a un posible golpe de Estado, en razón de su networking basado en contactos y fuentes.
El Africa francófona, hoy asolada por el terrorismo y vulnerable ante la interferencia interpuesta por China y Rusia, requiere de un liderazgo africano eficiente y con experiencia. No obstante ello, Africa siempre ha sido una variable que concentró poco interés en el barrio washingtoniano de Foggy Bottom, donde se asientan las oficinas del Departamento de Estado.
Numerosos empleos en el Servicio Exterior -esto es, el la Oficina del Departamento de Estado para Asuntos Africanos- atraen pocos interesados y aún ninguno, en tanto las sedes diplomáticas en el Africa son utilizadas, con frecuencia, para recompensar a oficiales de carrera que carecen de experiencia en la geografía de referencia.
A título de ejemplo, un nuevo embajador de los EE.UU. para Níger fue confirmado el 27 de julio, un día después de consolidado el golpe. La Embajada de los Estados Unidos en Nigeria carece hoy de embajador, mientras que el encargado de negocios allí destacado jamás había servido previamente en el Africa subsahariana. Los puestos de embajador de los EE.UU. ante la Unión Africana y el enviado especial para el Sahel se mantienen hoy vacantes.
El Departamento de Estado americano ha culpado por su propia responsabilidad en esta falta de designaciones al Senado, en particular al Senador Rand Paul (Republicano, en representación del estado de Kentucky), por poner en suspenso los nombramientos propuestos por el Departamento. En rigor, la suspensión fue levantada a fines del mes de julio, luego de que Estado acordara compartir documentos solicitados por el Senador Paul -vinculada esta información a datos sobre si, efectivamente, el vector biológico COVID-19 se filtró de un centro de investigaciones chino.
Sin embargo, Paul determinó esa acción de suspenso sólo para el mes de junio. El Departamento de Estado comparte, al menos, parte de la responsabilidad por este interdicto, en razón de que pudo haber compartido la información exigida por Paul mucho antes.
El lento ritmo de las designaciones consulares y los procesos de confirmación vienen de larga data, tal como los ilustran los reclamos interpuestos por el Senador Jim Risch (representante del Partido Republicano para Idaho).
A fin de cuentas, responsabilizar a la falta de embajadores por la sorpresa de un golpe no es suficiente. Antes, bien; se trata de otro ejemplo que certifica el modo en que la Administración Biden equivoca lecturas y subestima los problemas.
Otros funcionarios del gobierno de los Estados Unidos, incluyendo a un chargé d’affaires, estaban presentes en Níger al momento de consagrarse el golpe. El Departamento de Estado cuenta con un secretario adjunto para el Africa, así como también un responsable para la Oficina de Asuntos Africanos. Asimismo, el Comando Militar de los EE.UU. para Africa cuenta un nutrido vínculo entre fuerzas armadas -incluyéndose aquí a más de mil activos militares, una base de aeronaves no tripuladas (UAVs), y otras instalaciones en el territorio de Níger.
'Ese personal y tales instalaciones son críticas a la hora de combatir el accionar creciente de grupos extremistas violentos que, operando a lo largo de la región, consignan una amenaza inmediata para nuestros socios y aliados', han declarado el Senador Lindsey Graham (Republicano por Carolina del Sur) y Chris Coons (Republicano, por Delaware), en un comunicado conjunto fechado en 2020.
Fallar al momento de interpretar las señales es un asunto problemático. Pero la fláccida reacción de la Administración Biden ante estos eventos ha empeorado decididamente las cosas.
El Secretario de Estado Antony Blinken, quien supo calificar a Níger como un 'modelo de democracia' durante su visita de marzo pasado, dijo a Radio Francia Internacional el 7 de agosto último que los Estados Unidos 'respaldan los esfuerzos de ECOWAS (la Comunidad Económica de los Estados del Africa Occidental) en el Africa, a efectos de restaurar el orden constitucional en Níger'. Blinken agregaría luego: 'La diplomacia es, ciertamente, el modo preferible de resolver esta situación'.
Sin que ello represente sorpresa, los líderes del golpe en Níger desafiaron la exigencia de la organización con miras a reponer al depuesto Bazoum, y amenazaron con sentarlo en el banquillo -bajo la eventualidad de condenarlo a muerte. Más grave todavía, el nuevo liderato de Malí y Burkina Faso, habiendo tomado el poder luego de sucesivos golpes, prometieron resistir todos los esfuerzos en pos de derribar al flamante gobierno de Níger.
La respuesta a aquellos golpes, desde la Comunidad Económica de los Estados del Africa Occidental, fue escasa, de tal suerte que, ¿por qué habría alguen de esperar que la réplica a Níger sea más efectiva?
Victoria Nuland, Secretaria Adjunta del Departamento de Estado, se trasladó la semana pasada a Niamey, capital de Níger, a criterio de 'exigir la inmediata liberación del Presidente Mohamed Bazoum', y para amenazar con 'la eventual quita de centenares de millones de dólares de asistencia económica y militar al pueblo de Níger',
Nuland se reunió con el General Mossou Barmou, 'autoproclamado ministro de Defensa', pero Tchiani se rehusó a reunirse con ella en persona. El hecho de que Nuland sea ninguneada por China ya es objetable; pero una humillación a manos de Níger es peor.
La Administración Biden proyecta debilidad. Ha exigido la restauración del 'orden constitucional' y ha anunciado 'un firme respaldo' por Bazoum. Aún cuando los Estados Unidos han suspendido la cooperación militar, aún no ha calificado oficialmente al derribo de Bazoum como un golpe -lo cual hubiese disparado recortes automáticos en la asistencia estadounidense en materia de defensa, en lugar de propiciarse recortes quirúrgicos.
Esta combinatoria de exigencias junto con esfuerzos mínimos de aplicación de las mismas hace que Washington se muestre indeciso, fenómeno que pone en jaque la credibilidad estadounidense de producirse un nuevo golpe.
Las embajadas de los Estados Unidos en Afganistán, Bielorrusia, el Sudán, Ucrania y, ahora, Níger, han sido evacuadas. Un episodio podría calificarse como mala fortuna. Dos, una coincidencia. Cinco, sin embargo, revela un claro patrón.
Informes filtrados durante el pasado mes de abril consignan que organizaciones terroristas han vuelto a utilizar el territorio afgano como atalaya. ¿Asistiremos a nuevos avances de parte de núcleos terroristas en Níger y a lo largo del Sahel?
La Administración Biden habrá de tomar una decisión: ¿son los intereses de los Estados Unidos lo suficientemente vinculantes como para trabajar junto a Níger más allá de la naturaleza de su gobierno, o acaso el respaldo a la democracia conflictúa con otros intereses?
Definirse sobre este aspecto podría no ser sencillo, pero nadie más podrá hacerlo por nosotros.
Artículo original, en inglés
- Análisis desarrollado con la colaboración de Simon Hankinson, ex oficial del servicio exterior en el Departamento de Estado de los Estados Unidos, actualmente senior fellow en el Centro Dedicado a la Seguridad Fronteriza y Temas de Inmigración, en el think tank estadounidense The Heritage Foundation.
Es analista de temas internacionales en la Fundación Heritage, en Washington, D.C. Schaefer se dedica al análisis extensivo de una serie de temáticas de política exterior, con foco en los programas de Naciones Unidas sobre afiliación y fondos. Con frecuencia, se presenta en medios de comunicación estadounidenses para comentar sobre el accionar y las actividades de la ONU. Sus trabajos también son publicados en el sitio web estadounidense The Daily Signal.