Historia sin Fin: Jerusalén y Teherán, diálogos cruentos
El áspero interdicto que protagonizan la República Islámica de Irán y el Estado de Israel se remonta...
El áspero interdicto que protagonizan la República Islámica de Irán y el Estado de Israel se remonta a la Revolución Islámica de 1979, que catapultó al poder en Teherán a un régimen que, amén de verse favorecido por los desórdenes patrocinados por el último Shah, Mohammad Reza Pahlevi, hizo de la verborragia anti-israelí un credo. En tal contexto, Irán aún se rehúsa a reconocer el derecho de Israel a existir, en tanto los ayatolás y el liderato religioso local ha argumentado públicamente -a lo largo de años- en favor de su eliminación. Israel, por su parte, ha evaluado que la República Islámica representa una genuina amenaza existencial; desde hace décadas, Teherán ha entrenado, aportado armamento y patrocinado financieramente a organizaciones extremistas como Hamás y Hezbolá. En el ínterin, las sucesivas administraciones políticas israelíes han blindado la narrativa que versa que el objetivo definitivo de la dirigencia iraní es contar con armas nucleares, a modo de contrapeso para los centenares de dispositivos termonucleares en posesión del Estado hebreo.
A la postre, el conflicto en Gaza de 2023 amplificó la intensidad del diferendo hebreo-iraní: la incursión militar de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) derivó en el ataque perpetrado por activos de Hamás el pasado 7 de octubre, que arrojó como saldo el homicidio de más de mil personas en territorio israelí, la mayoría de ellos, civiles. La arista circular del interdicto condujo a la amplificación de la respuesta armada desde Jerusalén contra el colectivo gazatí, siendo el objetivo declarado la neutralización definitiva de Hamás. No obstante, la complejidad del teatro de operaciones de guerra urbana se evidenció en la lógica dificultad táctica de las IDF a la hora de distinguir entre objetivos civiles y militares; la irrupción israelí en Gaza computa oficialmente un saldo de 33 mil fallecidos -aunque será imposible contrastar las cifras según las fuentes interesadas, como también contar con un ratio asequible de bajas civiles versus bajas militares. La brecha se amplía en función de las fuentes de referencia.
Fuentes militares y de inteligencia del concierto BRICS, marginalmente y de modo extraoficial, han consignado que Irán cuenta hoy con cabezas nucleares, con posibilidad de ser montadas en sus misiles balísticos rápidamente; y que el país ha optimizado la mecánica de delivery de esos vectores. De asociarse a un mínimo de verosimilitud, esta novedad invitaría a un replanteo de la ecuación regional, toda vez que empujaría a un rediseño íntegro del menú de opciones hebreo. Adicionalmente, expertos en la materia han señalado que el reciente ataque iraní contra la soberanía de Israel ha servido para acopiar información técnica sobre la performance del ecosistema Iron Dome y sus variables de respaldo (o redundancia); esto es, que los datos obtenidos podrían ser de utilidad para la confección posterior de un panorama más preciso y completo sobre las falencias y virtudes del paraguas del oponente. En paralelo, la teocracia quizás no disimule su propósito de hacer que su histórico enemigo agote las existencias de multimillonaria munición para el escudo protector; de ahí el despliegue de enjambres de económicos drones para tal fin. El ribete tangencial de este apartado adquiere relevancia: canales informativos israelíes y estadounidenses -afines a contratistas militares norteamericanos que fungen como proveedores monopólicos de Jerusalén- necesariamente habrán de exagerar el ratio de efectividad de sus productos.
Mientras que aún queda pendiente la redacción de los capítulos finales del conflicto, con toda probabilidad, la República Islámica de Irán haya tomado buena nota de la lentitud de respuesta exhibida por la comunidad de seguridad e inteligencia del enemigo previo a la incursión de octubre, escenificada por su proxy Hamás. El librillo político del primer ministro Netanyahu no ha podido escapar al escrutinio emergente de ese desagradable desarrollo. El pasado 13 de abril, Nadav Argaman, ex director del Shin Bet, lo calificó como 'el peor desastre en la historia de Israel'; para rematar luego con un pedido carente de sutilezas: 'Netanyahu debe irse o, de lo contrario, las cosas se pondrán, muy, muy mal'. Teherán bien podría tener guardar otra intención, más subrepticia: explotar para propio provecho -y con paciencia- la colección de fracturas sociales y políticas que hoy aquejan a la sociedad israelí, que ha sabido organizar multitudinarias manifestaciones en protesta contra la agenda del atribulado Bibi.
Acaso para arrojar luz sobre un perturbador desconcierto interno, el ex columnista del New York Times y del Yedioth Ahronoth (principal matutino en Israel), Ronen Bergman, escribió el pasado domingo 14: 'Una fuente muy familiarizada con las reuniones maratónicas que tuvieron lugar esta semana en una serie de salas de discusión secretas, sobre y bajo tierra, dijo que, "si las hubieran filmado y transmitido en YouTube, hoy habría cuatro millones de personas en Israel intentando hallar una manera para escapar de aquí."'.