Venezuela y Colombia: una relación económica en las fronteras del colapso y la oportunidad
La crisis económica venezolana no solo ha devastado a ese país, sino que ha trazado profundas cicatrices...
24 de Septiembre de 2024
La crisis económica venezolana no solo ha devastado a ese país, sino que ha trazado profundas cicatrices en su vecino más cercano, Colombia. La relación entre ambas naciones, históricamente marcada por un flujo constante de comercio y movilidad, ha dado un giro dramático desde 2014, cuando la economía de Venezuela dio inicio a su caída libre. Lo que antes era una asociación interdependiente se ha transformado en una compleja mezcla de tensiones fronterizas, migración masiva, y oportunidades desaprovechadas.
Hoy, Colombia se encuentra frente a un desafío crucial, pues la crisis de su vecino no se reduce meramente a una cuestión externa: la misma ha penetrado las estructuras de su economía, su política y su sociedad. Según datos de la Plataforma de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela, hacia 2023, más de 2.5 millones de venezolanos residen en Colombia, ejerciendo una presión sin precedentes sobre los servicios sociales, la seguridad y el empleo. Sin embargo, esta crisis migratoria, con todo su peso, no debe verse únicamente como una carga, sino también como una oportunidad estratégica para el crecimiento y la integración regional.
En términos económicos, el colapso de las relaciones comerciales bilaterales es quizás uno de los puntos más lamentables de esta coyuntura. El comercio entre Venezuela y Colombia ha pasado de más de US$ 6 mil millones durante 2008, a apenas US$ 331 millones en 2022, fiel reflejo del colapso de la economía venezolana y de la ruptura en los sistemas de cooperación regional. Este vacío comercial es un síntoma del problema más amplio: la desintegración económica de Venezuela, nación que alguna vez fue un pilar energético en la región y que, hoy, depende de su limitada producción petrolera -exhibiendo una economía casi colapsada.
¿Cuál es el rol de Colombia en este complejo panorama, sin embargo? Por un lado, el país ha demostrado una capacidad admirable para absorber el impacto migratorio y estabilizar, en la medida de lo posible, su frontera. Según datos del Banco Mundial, los migrantes venezolanos han aportado al PIB de Colombia, impulsando sectores como el comercio y la construcción. De hecho, aún cuando la presión social es considerable, la migración venezolana ha aportado un 0.2% al crecimiento anual del PIB de sus anfitriones. No obstante, este potencial no ha sido explotado estratégicamente.
La narrativa actual tiende a ver la migración como una amenaza, cuando debería replantearse como un motor para el crecimiento. Muchos de los venezolanos que llegan a Colombia son profesionales altamente calificados, o bien trabajadores dispuestos a integrarse al mercado laboral formal, si se les brindaran las oportunidades y el apoyo necesario. El gobierno colombiano, junto con actores privados, podría aprovechar este capital humano para revitalizar su propia economía en lugar de limitarse a manejar la crisis con parches temporales.
Ahora, bien; el comercio es otro terreno que merece ser revisitado. Aunque la economía venezolana se ha reducido a niveles dramáticos, no debe descartarse la posibilidad de reactivar, aunque sea paulatinamente, las relaciones comerciales. Colombia podría jugar un papel clave en la reconstrucción económica de Venezuela, ya sea a través del apoyo técnico o bien invirtiendo en sectores clave como la agricultura o el comercio transfronterizo. Naturalmente que ello demandará de un cambio de estrategia por parte de ambos gobiernos, así como la voluntad de superar las diferencias ideológicas que han ensombrecido la relación.
Finalmente, está el tema de la seguridad, una preocupación genuina. Las regiones fronterizas entre ambos países han visto un incremento en la actividad de grupos armados, contrabandistas y narcotraficantes, exacerbado el fenómeno por el ya comentado caos económico vecino. Colombia no puede permitirse una frontera inestable, y la única forma de garantizar la paz en estas zonas es a través de un enfoque de cooperación bilateral que vaya más allá de la simple vigilancia fronteriza.
En conclusión, la situación económica de Venezuela ha puesto a Colombia en una encrucijada. La crisis no se desvanecerá de la noche a la mañana, pero Bogotá sí puede modificar el modo en que aborda el problema. En lugar de ver a Venezuela como una fuente inagotable de dificultades, Colombia debería encontrar la forma de capitalizar sobre las oportunidades que la crisis presenta. Integrar a los migrantes de manera más formal, restaurar las relaciones comerciales y reforzar la seguridad fronteriza a través de la cooperación son pasos necesarios para transformar la crisis en una ocasión para el crecimiento y la estabilidad regional.
Es hora de que Colombia deje de percibirse meramente como una víctima colateral de la crisis venezolana, para pasar a transformarse en un agente activo de cambio y de reconstrucción en el cuadrante regional. Solo con una visión clara y estratégica podrá ayudar a navegar esta tormenta, a criterio de cosechar sobre las oportunidades.
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@CHRISTIANDAES6
Sobre Christian Ríos M.
Ríos es Politólogo Internacionalista de la Universidad Militar Nueva Granada, Profesional en Ciencias Militares de la Escuela Militar de Cadetes General José María Córdova, y Administrador de Empresas; magister en Estrategia y Geopolítica en la Escuela Superior de Guerra- Colombia, en 'Estrategia y Geopolítica'. Es analista político, docente y columnista en el periódico El Quindiano (Armenia, Colombia) y en El Ojo Digital. Es Oficial en Retiro del Ejército Nacional de Colombia.