Réquiem por la World Wide Web. El Homo Sapiens 2.0 y la nueva publicidad online
La muerte de la Web y las nuevas tendencias. El futuro: menos navegación y más aplicaciones verdaderamente útiles para el usuario. Los cambios que se avecinan en el mundo publicitario.
21 de Septiembre de 2010
Arranca un día común en la vida de cualquier ciudadano interconectado. Mientras bebe una taza de café humeante temprano en la mañana, no aparta la vista de su teléfono celular (smartphone -Blackberry o iPhone-), iPad u otra tablet PC. Lo más probable es que inicie su jornada revisando los titulares principales de los periódicos nacionales. Proseguirá luego repasando las novedades en su perfil de Facebook, remitiéndose después a su cuenta de Twitter. Llegado a la oficina, repetirá el proceso e incluso invertirá varias horas conectándose con amigos o colegas de trabajo vía Skype o Nimbuzz.
Este desmenuzamiento de las actividades diarias del Homo Sapiens 2.0 podría no revelar grandes novedades, pero estas ya han tenido lugar subrepticiamente, si se las revisa en profundidad. Al menos en los Estados Unidos de América, los grandes medios ya han desarrollado aplicaciones que descargan los títulos en las pantallas de los usuarios de móviles y dispositivos relacionados. Las aplicaciones de Facebook, Twitter o LinkedIn ya se encuentran disponibles para download. Skype -lógico- también tiene la suya. De tal suerte que los individuos que sigan esta rutina jamás habrán ingresado a la Web para tipear el prefijo "http" en ningún momento. En las postrimerías de su día, estas personas habrán invertido las mayores porciones de su cotidianeidad en Internet, pero no en la World Wide Web. Muchos -me incluyo- han malinterpretado ambos conceptos, tomándolos por idénticos. Este ha sido precisamente el error que nos ha impedido contemplar la totalidad del cuadro.
A los efectos de que la descripción provista no suene antojadiza o tecnológicamente fanatizada, baste decir que la consultora estadounidense Morgan Stanley vaticina que, dentro de los próximos cinco años, la mayoría de los usuarios se conectará masivamente desde sus unidades móviles antes que desde sus notebooks o computadoras de escritorio. Dado que las pantallas de los aparatos bajo mención son siempre más pequeñas, los ingresos provendrán desde aplicaciones (apps) diseñadas especialmente para ellas. Se utilizará la Red, pero no la Web. Lo rápido vencerá a lo flexible.
En la América del Norte, la tendencia se ha anticipado largamente a los pronósticos de Morgan. La primera consecuencia económica derivada de este asunto no menor es el impacto en la publicidad online: los anunciantes comienzan a percibir que esta variante de advertising ya no funciona. Invertir en banners equivale a arrojar dinero al inodoro, y ya los precios del CPM y las variables de cotización de rigor acusan caídas importantes. En cualquier caso, el banner más útil será aquel que pueda insertarse elegantemente en las aplicaciones lite o gratuitas, descargables para los teléfonos móviles o iPhones. Pero esas piezas publicitarias terminarán enlazando hacia otras aplicaciones que puedan ser de interés para el usuario. Nunca a sitios web en su arquitectura tradicional.
Al considerarse el punto de vista del tenedor del aparatito, también comienzan a entreverse atisbos de cambio en lo estrictamente comportamental. Mientras la tendencia histórica del usuario ha sido la de obtener gratuitamente todo lo que le fuera posible, ahora comienza a percibirse su interés en pagar por aquello que, resultando funcional, se vuelve a su vez económico y "amortizable". Para el caso del Blackberry de RIM, la aplicación con upgrade de Skype estará disponible próximamente por una cifra cercana a los US$40. Dinero que bien vale la pena invertir, en función del ahorro que conllevará la explotación de ese soft. En el caso de los dueños de iPhones o iPad, el fenómeno es similar, habida cuenta de lo limitado de los alcances de las apps en versión reducida o demo. En última instancia, su descarga servirá para convencer al usuario de que la app definitiva es "comprable".
En el escenario corporativo, destaca un hecho que conviene analizar a consciencia: las firmas que manufacturan el hardware comienzan ahora a convertirse en las dueñas absolutas de los contenidos. En su oportunidad, muchos tildaban a Steve Jobs -fuerza creativa de Apple, Inc.- como un megalomaníaco entreverado en el perfeccionamiento de la estética de los productos Mac. Sin embargo, habiendo llegado primero a la mente del consumidor en el terreno de los dipositivos portátiles novedosos y fulgurantes, no solo revitalizó a la firma de la manzanita -que en los noventa supo verse en aprietos financieramente-, sino que logró convertir a iPod, iPhones y ahora iPads en objetos obligados de portación. Lo logró reposicionando a sus aparatos -antes objetos exclusivos de deseo- en portadores de software de estricta necesidad. Sus competidores terminan corriendo detrás de las novedades que se desparraman de Cupertino, California. Lo cual, en tecnología, equivale a llegar irremediablemente tarde.
Apple ha ido aún más lejos, montada a caballo de la poderosa penetración en el mercado que exhiben sus unidades: la empresa es ahora quien tiene la última palabra en el terreno del software. El motivo: controla el upload de nuevas apps desde la puerta del App Store. Por su parte, Jobs se ocupa personalmente de batallar hasta las últimas consecuencias contra aquellos competidores que, de una forma u otra, intentan birlarle diseños y estructura a la tienda de aplicaciones de su empresa. Poco a poco, la Internet libre vuelve a ser cosa del pasado. Los dolores de cabeza más agudos acosan ahora a Google, que ve caer abruptamente su negocio de publicidad en línea, a partir de las caídas en el tráfico que llega a la WWW. Puede hoy argumentarse sólidamente que la Red ha adquirido caracteres darwinianos, por cuanto solo sobrevive lo mejor de la especie. Quien no se adapte, está condenado a la desaparición. Se trata -sin exagerar- de una suerte de renovada Revolución Industrial, y tampoco carecen de razón aquellos que resaltan que estamos hablando aquí de una suerte de reinvención del capitalismo que modificará substancialmente la percepción que existe sobre la realidad. El hábil quiebre de cintura de Steven Jobs ha convertido a Facebook -la creación del ahora joven multimillonario Mark Zuckerberg- en una suerte de apéndice de la tienda online de Apple. Pero ello no parece preocupar a Zuckerberg, orgulloso de los cuatroscientos millones de usuarios que pululan por su red social que -para muchos- se ha transformado hoy en una suerte de organismo viviente, de carácter autónomo. Después de todo, abundan hoy los analistas que examinan al detalle la manera como la inteligencia artificial (AI) -personificada en redes y plataformas- interactúa a nivel mundial. La AI crece exponencialmente año tras año, muchas veces sin intervención humana.
Pasemos al terreno local. Con todas las diferencias que hacen al caso, puede afirmarse que la Argentina -mal que a muchos políticos les pese- continúa siendo una nación satélite de los Estados Unidos, al menos en lo que tiene que ver con ceros y unos. A nivel comercial, las tendencias comienzan a aclararse. Si Usted es desarrollador de aplicaciones para iPhone y otros dispositivos móviles, aprenda a cotizar bien su expertise desde este instante: olvídese de los contratos a largo plazo que puedan atarlo a una corporación. Los programadores de este tipo de soft se caracterizan hoy día por su alta rotación laboral: emigran hacia aquellos espacios en donde se los tiene bien pagos y "mimados" hasta el extremo de malcriarlos. En nuestro país ya existen desarrolladores de apps, pero debe referirse que la calidad de su trabajo es en extremo limitada. Hoy, es casi imposible de hallar un programador de aplicaciones para celulares que combine elegantemente funcionalidad con desarrollo y estética. Realidad que no debería extrañar demasiado, habida cuenta de la nula orientación a resultados que ha caracterizado a la educación técnica nacional en las últimas dos décadas. La Argentina ha perdido terreno a nivel tecnológico: los expertos sobreviven de la mano de sus propias iniciativas e interés por el tema. La escasez de políticas oficiales en este sentido ha remitido al atraso técnico a nuestra sociedad, al comparársela con las de otras naciones. Peor aún: consecuentemente, nuestro país llevará la peor parte en el escenario de los conflictos por venir, que se llevarán a cabo en el terreno de las comunicaciones electrónicas (trataremos esta cuestión en un próximo artículo).
En lo que hace al ámbito publicitario, el nuevo empuje tecnológico que representan las aplicaciones para móviles y los softs relacionados conllevará novedades interesantes. Los charlatanes de ocasión -que concentran su verborragia en la comercialización de banners y sitios web a medio terminar- irán desapareciendo paulatina pero violentamente de la escena. Lo propio sucederá con los programadores de Flash, plataforma que solo destaca por lo bello y lo bonito, en desmedro de lo que es más importante: la funcionalidad. Si algo hemos aprendido en años recientes, es que Flash -en soledad, carente de sinergia e integración- no sirve. El artista deberá necesariamente sucumbir a manos del creativo. Pero no un creativo a la manera bohemia. El creativo del futuro deberá aprender a integrar estética con usabilidad/funcionalidad y -por último- integración.
Algunos cambios ya se han visto: el surgimiento de la telefonía IP ha comenzado a carcomer los negocios de las compañías proveedoras de comunicaciones para celulares. En gran medida, Skype ha sido el responsable. No hace mucho, el mandamás de Telefónica de España, César Alierta Izuel, protestó pues Internet -Google más precisamente- conspiraba contra las utilidades de su megacorporación. El llanto desesperado del presidente de la otrora poderosa compañía representa fielmente al pasado que se resiste a morir. Los usuarios de la Red celebran. Y está bien.
Por su parte, el sistema de anuncios como se lo conoce en la actualidad deberá sufrir una profunda serie de cambios inevitables: los departamentos de publicidad de grandes medios deberán soportar recortes de fondos y personal. Todo ello, al menos mientras no se redefina el paradigma de promoción necesario para los próximos años. Modelo que perfectamente podría coincidir con el desarrollo de apps que incorporen plataformas publicitarias en gráfica estática o video. Igualmente, y sea cual fuere el resultado, los periódicos tropezarán si acaso pretendan cobrar por los contenidos. Este tipo de iniciativas quedará vedada a aquellos medios especializados, como ser aquellos orientados al mundo de los negocios y las finanzas.
Existe otro terreno en el cual estas nuevas tendencias cobrarán mayor importancia. Se trata del marketing político y la promoción de candidatos. Las firmas que se dedican a este rubro de negocios bien podrían comenzar a ofrecer comercialmente el desarrollo de aplicaciones para tal o cual aspirante. De esta manera, con solo un click hacia la app de, por ejemplo, un candidato a Presidente, el usuario/votante/ciberactivista podría contar con toda la información que hace a la persona, como ser, datos personales, recientes actividades, estudios de opinión y material de multimedia. Nuevamente, lo poco que se ha visto disponible destaca por su mediocridad.
Resulta cuando menos urticante la rapidez con que evolucionan las novedades en el terreno de la tecnología; esto es irremediablemente cierto para muchos. Pero, tal como reza aquella antigua maldición china, Que te sea concedido vivir en una época interesante.
Por Matías E. Ruiz, Editor. El Ojo Digital Sociedad - Internet & Tecnología.
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Por Matías E. Ruiz, Editor