Facturas que llegan desde Washington: Barack Obama decidió no visitar la Argentina
El gobierno norteamericano devuelve los golpes, para desgracia de Cristina. La variable de las drogas. Entendiendo la agenda futura de Estados Unidos.
“En marzo, viajaré a Brasil, Chile y El Salvador, para forjar nuevas alianzas para el progreso en las Américas. En todo el mundo, nos estamos poniendo del lado de aquellos que se comportan responsablemente, ayudando a los granjeros que producen más alimentos, apoyando a los médicos que se ocupan de los enfermos, y combatiendo la corrupción que puede contaminar a una sociedad y robarle oportunidades a su pueblo". De esta manera, el presidente estadounidense Barack Obama se dirigió al Capitolio en el comienzo de esta semana. El mandatario reveló los detalles de su próxima gira, que también lo llevará a la India. Con el foco claramente puesto en las economías emergentes que -de acuerdo a los análisis expuestos por los think-tanks del Norte y la misma CIA- están destinadas a convertirse en líderes del planeta durante las próximas cinco décadas.
La Presidente de la Nación, Cristina Fernández, no ha visto sus mejores semanas desde el punto de vista anímico. Al crecimiento del impacto de la delincuencia, la falta de billetes y la inflación en la opinión pública, ahora se agrega la imposibilidad de retratarse en la Casa Rosada junto a Obama. Si bien la novedad de la negativa es reciente, ya se ha filtrado a unos pocos que la viuda de Néstor Kirchner ha acusado duro recibo emocional a partir del dato. Ya antes de finalizar su gira por Medio Oriente junto a Florencia, las muestras de agotamiento eran evidentes.
La reciente decisión de la Casa Blanca tampoco constituía misterio para Balcarce 50: el enviado estadounidense para las Américas, Arturo Valenzuela, había aconsejado oportunamente acerca de la inconveniencia en que Barack Obama aterrizara en Buenos Aires. Fue precisamente Valenzuela el funcionario norteño que repetidas veces fuera maltratado por el propio Néstor Carlos Kirchner en vida, y el mismo que debió tolerar ataques de la más cruda verborragia oficialista en años pasados. Los diplomáticos bien entrenados saben medir los tiempos y cuando contragolpean, lo hacen sutilmente, pero con la fuerza de una maza. De tal suerte que Cristina no podrá retirarse con la última fotografía que más deseaba; esa instantánea que hubiese mirado con nostalgia en sus años de vejez.
Por lo pronto, existe un puñado de factores que explican a ciencia cierta el desprecio que emana desde el blanco edificio del 1600 de la Avenida Pennsylvania y que tiene por objetivo a la Argentina. Porque -necesario es aclararlo- aquí no existen erratas ni decisiones tomadas al azar. En primer lugar, la Argentina hace tiempo que ha venido perdiendo participación en el grueso del comercio internacional (un eufemismo que muchos malintencionados trocarían por el crudo y simplista término que reza que "nuestro país no existe para el mundo"). A tal efecto, Washington tiene muy poco que ganar: de nada le serviría sentarse a negociar con un país arruinado en su capacidad industrial y cuyo nombre rebota -en el mejor de los casos- solo cuando se habla de la soja o el ganado.
En cambio, a Barack Obama sí le resulta imperioso visitar la República Federativa del Brasil, por cuanto la importancia del vecino país en lo que hace a su posición estratégica e influencia a nivel mundial y regional se han venido incrementando sin pausas. El gigante brasileño no solo es un must en el tour en virtud de las necesidades de que el mandatario americano alimente cierta amistad con Dilma Rousseff -nueva presidente-. Brasil es, fundamentalmente, importante para el Pentágono. La otrora colonia portuguesa es ahora la nación garante de la seguridad en el subcontinente, junto con los colombianos (situados apenas un escalón más abajo). Por otra parte, solo Brasilia se encuentra en condiciones de mantener a raya al demente venezolano Hugo Chávez Frías y, como dato no menor, vale la pena recordar que la mandataria de la vecina república ha dado marcha atrás recientemente con la compra de aviones caza Rafale europeos. Este negocio involucra varios miles de millones de dólares (hoy se habla de 36 unidades; mañana podrían ser 100), y a los contratistas de la defensa en Estados Unidos les urge aprovechar cada oportunidad comercial: Boeing fabrica los F-18 Super Hornet que también estaban bajo consideración brasileña. Sugestivamente, ahora el Rafale ha pasado al último lugar. ¿Se impuso la Fuerza Aérea (FAB) en la pulseada con los políticos? Dilma y los militares podrían tranquilizarse: si -como ellos creen- acaso Washington estuviera interesado en invadir la Amazonia, ¿por qué les venderían armamento moderno que dificultaría la faena invasora el día de mañana? Los escenarios siempre ocultan mucho más de lo que se puede observar a priori. Hoy, la prioridad es enviar un claro mensaje a Caracas. Es imperativo -para Washington- conjuntar a Brasilia y Bogotá dentro de este esquema. El núcleo duro del complejo militar-industrial estadounidense considera que, mientras Chávez patalea por el "imperialismo yanqui", él ya se ha ocupado personalmente de colocar monigotes en Quito y La Paz, aumentando el espectro de influencia del narcotráfico allegado a las FARC. Un comentario final sobre esta segunda línea de análisis: la importante derrota sufrida por el Partido Demócrata en los recientes comicios legislativos ha terminado por darle más poder de voto a los halcones del Pentágono que pululan por las estructuras políticas. Por ende, vuelve a aceitarse la maquinaria bélica que obsequiará los golpes definitivos al "Eje del Mal" en diferentes latitudes, a lo largo de los próximos años.
Finalmente, Chile es otra escala obligada para el líder estadounidense a nivel regional. Mientras Brasil es el líder, los chilenos son -en la óptica washingtoniana- el ejemplo a imitar por las naciones con agendas limitadas. Perú ha tomado las recomendaciones de Estados Unidos en este sentido. Debe observarse también que la persona del presidente Sebastián Piñera cosecha toda la atención de Barack, así como también de los republicanos. Piñera es un líder serio que ha demostrado que nada es imposible: proveyó soluciones idóneas en ocasión de la crisis de los mineros e hizo lo propio luego de un terremoto devastador que hasta modificó el eje del planeta. No existe un presidente en otra parte del mundo que haya tenido que lidiar con problemáticas de semejante magnitud.
Luego -y con total obviedad- se impone una visita del primer mandatario norteamericano a la India. Esta nación ha sido sindicada -junto con Brasil- como otra de las potencias planetarias para los próximos tiempos. Tal vez mejor incluso que la República Popular China, los indios han comprendido la importancia de las tecnologías de la información, encontrando allí un óptimo posicionamiento. Los Estados Unidos de América ciertamente no necesitan encontrarse en la vereda de enfrente de decenas de millones de programadores/hackers indios que podrían provocarle serios dolores de cabeza en los tiempos de la ciberguerra por venir. En el proceso, a Washington también le conviene incomodar -aunque más no sea ligeramente- al conglomerado militar paquistaní y su peligroso servicio de inteligencia, el ISI.
La eliminación de la "parada argentina" era casi un secreto a voces en la diplomacia americana. Aún cuando a muchos les suene arriesgado afirmarlo, lo cierto es que el reciente episodio del avión con cocaína tuvo una cuota de peso en la decisión. La aseveración cobra vigor desde el momento en que se conoció que la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA) se encontraba al tanto de la operatoria de los hermanos Gustavo y Eduardo Juliá (junto con Gastón Miret) que alertó (¿desde Arlington, VA?) a las autoridades españolas de policía, justificándose en que las estructuras de seguridad de la Argentina no son consideradas confiables. Para decirlo sin medias tintas: Estados Unidos considera que la Administración Fernández de Kirchner observa un importante grado de involucramiento en el tráfico de estupefacientes a gran escala. El episodio del avión con cocaína ha contagiado incluso a la Fuerza Aérea Argentina, y las conexiones políticas existentes vienen a corroborar lo señalado en su oportunidad por uniformados de alto rango del Comando Sur, en el sentido de que "muchos políticos argentinos exhiben abultadas cuentas personales en el exterior, particularmente paraísos fiscales del Caribe". En aquella instancia, se fundamentaba esas existencias a partir de "movimientos de dinero originados en el tráfico de drogas y el consecuente lavado de dinero derivado de tales operaciones". Se mencionaba, ya en ese entonces, la construcción de casinos y hoteles de lujo en sitios donde no existe mercado comprobable para ellos; en la actualidad, el noreste argentino (particularmente la provincia del Chaco) observa ejemplos escandalosos. Las preocupaciones de Washington también oscilaron en torno a la siempre postergada radarización de la totalidad del territorio nacional, la sugestiva ausencia de leyes para derribar aeronaves sospechosas y a la consecuencia lógica de que -ante la presión que ahora sufren los carteles de la droga colombianos y mexicanos en sus países de origen- estos hayan plantado raíces sólidas en la Argentina.
El gran hermano norteamericano siempre ha sido afecto a las relaciones públicas, y la presente es una instancia histórica muy especial para reconfigurarlas en una suerte de tolerancia cero a nivel internacional. Luego de los malos ejemplos de cara al accionar del panameño Noriega en Centroamérica y de la guerrilla talibán durante la invasión soviética de 1979 (capítulos en donde, desde los círculos de poder en Washington, se hizo la "vista gorda" ante el narcotráfico con tal de liquidar a la amenaza comunista), el escenario actual exige mayor cautela. Difícilmente el presidente actual de los Estados Unidos de América exhiba mayores deseos de mostrarse junto a un gobierno que ha dado vía libre al crecimiento del narcotráfico, desde sus más altas autoridades. Porque -en la óptica del derecho anglosajón- no interesa si existe complicidad, omisión o simple inoperancia: las consecuencias y los perjuicios se encuentran a la vista.
Por Matías E. Ruiz, Editor.
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