La mentira investida
Cuando alguien debe intervenir para defender la libertad de prensa, ello entraña que la sociedad -y con ella, gran parte de la prensa- están enfermas. En las democracias que definiríamos “vigorosas” no existe necesidad de defender la libertad de prensa, dado que a nadie se le ocurre limitarla.
El problema italiano no es Silvio Berlusconi. Cuando la sociedad se lo ha permitido, ¿por qué tomársela solo contra estos hombres y no con la sociedad que les ha dado carta blanca?
En 1931, el fascismo impuso a los profesores universitarios -entonces eran 1.200- un juramento de fidelidad al régimen. Sólo 12 (un 1 por ciento) se negaron y perdieron su plaza. Quizá los 1.118 que se quedaron tenían razón, por motivos diferentes y todos respetables. Ahora bien, aquellos 12 que dijeron que no, salvaron el honor de la Universidad y, en definitiva, el honor del país…
"Este es el motivo por el que a veces se impone decir que no, aunque, con pesimismo, se sepa que no servirá de mucho. Que por lo menos, algún día, se pueda decir que lo hemos dicho". (Párrafos del artículo de Umberto Eco titulado “el enemigo de la prensa”)
Parafraseando a Eco, ¿quiénes son, pues, los responsables de haber convertido a la Argentina en un reinado artificial de la mentira? ¿Son Néstor Kirchner, su esposa, o ambos? ¿Son el Grupo Clarín, los medios, los empresarios, o un volumen mayoritario de todos ellos y de todos nosotros?
Los millones que se gastan en construir un monopolio propio de la verdad oficial, comprando periodistas, medios, empresarios y artistas populares, pueden arrojar una pista de la jerarquía de las responsabilidades, pero no su totalidad.
Si el día de mañana las consultoras privadas son acusadas de mentir con la inflación y llevadas a los tribunales por el principal mentiroso consuetudinario que es el Estado desde 2007, la culpa ocupa un terreno más amplio que la cortedad intelectual de un Secretario de Comercio Interior y su tacto de carnicero…
En el medio, existieron muchos aplausos y apretones de manos en la Casa Rosada, con tertulias empresarias donde el mandamás repartía saña a los enemigos y beneficios y subsidios para unos pocos.
Si las correrías personales de un Canciller vedette -que abre valijas norteamericanas pretendidamente golpistas en Ezeiza- son celebradas como un símbolo de la soberanía nacional por multitudes arrumbadas en los años 70, la explicación excede el resentimiento o la estudiantina antiyanqui del grupo gobernante.
Si la Inseguridad es nuestro verdugo colectivo que nos hace vivir en libertad condicional, pero las muertes diarias de ciudadanos que caen como moscas ya no nos escandaliza, ni la droga o los narcos nos conmueven, algo huele mal entre nosotros mismos. Es entendible así que simultáneamente, mientras se producen tres asesinatos escandalosos, una ministra de Seguridad nos diga que logró bajar la criminalidad en 45 días, sin despeinarse.
Lejos de Umberto Eco y cerca de mi casa la abuela decía: “la culpa no es del chancho...”.
Por eso, a esta mentira con investidura se impone decirle ¡No! Porque es el único acto soberano individual a tu alcance cuando nada queda y todos se lanzan al precipicio abrazando la salvación.
Por Pablo Rossi -Periodista-
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