Las pantuflas de Perón
El secretario de Cultura de la Nación, Jorge Edmundo Coscia, no podía ser menos y se anotó en la grilla de los denostadores del fundador del justicialismo (ver La Nación, suplemento Enfoques, 8 de mayo de 2011). Dice Coscia que "López Rega nace al calor de un hombre que está en su vejez [por Perón] y al que le importa más quién le pone las pantuflas que el que le trae ideas revolucionarias".
Desde la muerte del Líder, ocurrida el 1 de julio de 1974, ningún sector interno del Movimiento Peronista ha dedicado más recursos y energías que el kirchnerismo para destruir la imagen histórica del último Perón. Ni Carlos Menem tuvo la osadía de endilgarle al Viejo General los durísimos calificativos que prominentes kirchneristas suelen dedicarle con “pasión militante”. Para su tarea difamatoria, los K desempolvan olvidados adjetivos que en los 70 eran moneda corriente entre la muchachada que se acababa de sumar al peronismo y que rápidamente quedó desencantada. Así “redescubren” que Perón era “fascista” y “reaccionario”, y Cámpora “progresista” y “revolucionario”.
Jorge Abelardo Ramos –a quien Coscia confiesa respetar- con ironía y precisión desenmascaró en tiempo y forma a los jóvenes camporistas:
Los padres de esos jóvenes habían sido gorilas en 1945 y 1955. Creían que Perón era “fascista”. Algunos, desde la vieja “izquierda” de la Unión Democrática lo acusaban de reaccionario por no ser “socialista”. Ignoraban que Perón, sin ser socialista, había puesto en marcha un vasto movimiento de liberación en un país dominado por el imperialismo y la oligarquía, y que en eso residía su indiscutible progresividad, a pesar de los límites de su programa que eran los de un capitalismo nacional autónomo con justicia social.
El proceso de nacionalización e izquierdización de la juventud pequeñoburguesa, llevó a los hijos a adjudicarle a Perón (de buena fe, o jugando a la “máscara de Fernando VII”) un “socialismo” que muchos de sus padres le habían negado incurriendo así en un error simétrico, ya que en ambos casos se ignoraba la caracterización social concreta de su liderazgo. Se creyó en un Perón mítico pero se siguió desconociendo dónde estaba realmente su progresividad. El despertar no pudo ser más rudo. *
Ayer, inventaron un Perón mítico, “socialista”. Y le antepusieron el Tío Cámpora. La realidad se encargó de demostrar que ni Perón era marxista ni Cámpora el conductor de masas que imaginaban. Hoy, incurren en tergiversaciones similares. Los K se toman revancha de Perón. El muerto no puede defenderse. Y los dirigentes del Consejo Nacional del Partido Justicialista, por temor a perder la mordida, callan. Y el que calla, otorga. Así los neocamporistas imaginan una nueva revolución sin el facho de Perón, creador de la Triple A, protector de López Rega, que de puro perverso dejó a Isabel en el gobierno, que regresó al país para pelearse con la “juventud maravillosa”, etcétera. Pero echan mano de la monserga peroneana, saltan al 45, imponen el “evitismo” y se autodenominan “peronistas” denotando una actitud más para el diván que para la ciencia política. Realismo mágico.
A pesar de Coscia, el tercer Perón jamás representó un modelo de país ajeno a lo que siempre había impulsado. Los que les acercaban aparentes “ideas revolucionarias” quedaron a la vera del camino, fuera del proyecto nacional que conducía con un consenso inédito y nunca siquiera equiparado. La progresividad de Perón, por tanto, nunca estuvo en el consignismo rimbombante de la muchachada violenta que pregonaba la “patria socialista”, sino en el programa democrático y republicano de unidad nacional que garantizaba “un capitalismo nacional autónomo con justicia social”. De ahí su abrazo con Ricardo Balbín y su decidida voluntad a favor de la reconciliación nacional. Para un argentino no había nada mejor que otro argentino...
¿Por qué ahora Coscia busca pervertir la imagen del tercer Perón? Un Perón que el exilio y los errores le enseñaron a construir desde los comunes denominadores con quienes había mantenido furibundas disputas. Un Perón que vino a unir a los argentinos y a preservar la identidad doctrinaria del justicialismo (la nueva filosofía de la vida, profundamente humanista y profundamente cristiana). Un Perón que cada día se sentía menos peronista, según su particular destreza dialéctica.
Todos sabemos que Perón no ha sido un santo. Tampoco el anciano idiota preocupado por las pantuflas que Coscia cobardemente señala. El Teniente General Sanmartiniano supo ganarse un lugar destacado en la historia de los argentinos y ninguna difamación a esta altura del partido puede modificar su aporte a la grandeza de la Patria y a la felicidad del pueblo. En cambio Coscia todavía no se sabe si va a zafar de la Justicia. Está involucrado en varias causas por administración fraudulenta en su paso como presidente del INCAA (2002-2005), y deberá explicar también el incremento de sus bienes mientras fue funcionario público.
Nota:
(*) http://www.izquierdanacional.org/documentos/articulos/campora_la_tentacion_de_un_frente_liberal/