Primarias: ese gran aborto del domingo 14 de agosto
Casi nadie parece haber advertido lo que los sátrapas están preparando. La información confidencial más confiable e inobjetable permite conocer partes o retazos de una especie de plan secreto que han imaginado.
Sobre su ejecución, me propongo aquí hacer una especie de ensayo para que sirva de formal pronóstico.
Pocos están haciendo el cálculo de este escenario inevitable que describiré. Un escenario sencillo de diseño, de concepción y de efectos psicológicos especiales.
Para el gobierno -en el peor de los casos-, en el más tenebroso y negativo de los casos, ella ocupará el primer puesto el día domingo 14 de agosto.
Por poco. Por seis, por ocho o por diez puntos... o los que sea. No importa. Pero aparece inexorablemente ella -en primera posición- ese día.
En verdad, ello también coincide con, absolutamente, todas las encuestas.
La gente común, así como ignora exactamente para qué rayos se hace ese engendro comicial, ignora también la validez o invalidez de lo que salgan a enarbolar desde allí... una hora después de abiertas las urnas.
Pues, sin dudas, el 14 de agosto a la noche tendrá lugar un espectáculo único. Véase bien.
Un revoltijo político de mil interpretaciones unilaterales absolutamente absurdas, darán por concretada -casi por decretada- una circunstancia de génesis confusa y de inservible resultado. Como si ella fuera una etapa crucial de la historia.
Una furiosa orgía de mil pirañas, peleando por una lonja de carne de esa interpretación, se verá en la noche del 14 de agosto, en la que todos los filibusteros del poder darán por definido, sólo con eso, el compromiso del día 23 de octubre. Por qué digo esto:
No pueden, ni ebrios ni dormidos, darse el lujo de perder una oportunidad semejante de acción psicológica, que la coyuntura les ofrece como en bandeja ese día.
Pues, tal como lo haría una gavilla y enfundados en el gorro frigio, usarán de este símbolo, para apiñar gente en derredor de los manteles oficiales, atentos a su afán presuroso de alcanzar alguna migaja en la merienda política de rastreros que allí se ofrezca. Un espectáculo único.
¿Acaso no festejaron insólitamente la primera derrota en la capital del país, arrastrándonos a todos a una segunda vuelta… al precio del reequipamiento de dos hospitales completos?
¿Acaso no festejaron la segunda paliza, sacando las conclusiones más extravagantes sobre los porcentajes, comparándolos con las urnas de Hipólito Yrigoyen o con cualquier pavada?
Se los vio alucinados. En volutas de ridiculez total, en las que parecían festejar su propia calamidad. Cualquier cosa: haber superado los números de Solano Lima en marzo de 1973 o los de Erman González en 1993.
Y festejaron el último lugar de Santa Fe aduciendo ridículamente que -en términos comparativos- habían retenido Villa Gobernador Gálvez.
Parecían haber consumido algún producto químico. De otro modo, no se explica el espectáculo lastimoso de los festejos absurdos de las tres palizas.
Pues entonces, el 14 a la noche será su noche de farsa.
El festejo de su enorme aborto de la naturaleza:
Le llaman "PASO" (Prematuro Anticipo Sicológicamente Orquestado).
Será la imagen ridícula de un nuevo sofisma de bandoleros con la escarapela mutada, ese día, en el distintivo del partido único, con la anuencia de todos y donde cada participante tendrá, sin cargo de conciencia, un precio concreto por su complicidad, por su aplauso y por su ovación.
Perdido todo criterio para juzgar o evaluar la razón de los números que pueden ser favorables a la viuda esa noche, no se dude que habrá fuegos artificiales de los más caros. Sólo para impactar visualmente a las almas de los ignorantes que suelen metabolizar el estrépito como si fuera éxito.
Habrá fuegos artificiales, aún cuando nadie haya ganado nada.
Aunque en ese gran aborto de la naturaleza del 14 de agosto que para nada sirve, se hayan quemado -entre engaños y trapalonadas- los dineros públicos que servirían para otros catorce hospitales nuevos. Pero estos, ya no cualesquiera... sino equipados con un tomógrafo cada uno.
Habrá bengalas encendidas por doquier y Fitos Páez o Florencias Peña mostrándonos una sonrisa sardónica. Miles de Andreas del Boca y Mempos Giardinelli tomando su último minuto de venganza y, todos ellos, embriagándose de voluptuosidad.
Disfrazados de ganadores pro témpore -acaso por la simple ecuación del absurdo-, estarán allí, celebrando su nerviosismo y su desesperanza.
Y el escenario estará montado en cualquier lugar. En el Hotel Panamericano de Juan Carlos Relats, cajero y adjudicatario de mil obras del gobierno. Habrá festejos casi sin ningún pudor, sólo para oír las alabanzas mezcladas hacia la "Patria" y hacia los actores de la comedia que estarán allí, usando, sin reparo, el cotillón barato de la Bandera Nacional y esa marcha tan esquizoide que combate al capital (y que, por cierto, lo ahuyenta con bastante facilidad).
Y allí estarán también presentes, casi de prepo, el temor y la adulación en concurso real, con el servilismo y la complacencia.
Habrá un despliegue de piropos de ida y vuelta, por cuanto no sólo se lanzarán alabanzas a la reina de las utopías. También habrá cantos laudatorios para el postrado pueblo bajo, en un conocido afán malsano de populismo, sin dudas mucho más denigrante que toda esa farsa.
Un afán vulgar de hacer que se vea clara la presencia cuantitativa de las turbas a las que se han de arrojar otra vez mil promesas, mentidas todas ellas, desde el disfraz del ideal erigido como dogma infalible.
Elogios y victimizaciones de fábula, dirigidas a una plebe que sabe muy poco -o nada- de descifrar embustes.
Y acaso, de ese modo triste, arrastrada a la ignominia, no ha de encontrar otra manera que responder que con mil aplausos y con un clamor de contagio obligatorio, con que, en ese sitio -entre los pliegues de una turbamulta coactiva- callar podrá ser un suicidio.
Un sofisma ciego.
Casi cohonestado como “el día virtual de la patria y del poder” por cuanto la hora los favorecerá para que se les confunda a los estúpidos de siempre cierta ventaja en los números con una segura victoria en octubre.
Necesitan eso para que la gente termine de una vez de tapar su ineptitud con lirismo y su vanidad con decoro.
Un día en el que la irresponsabilidad del conjunto ha de borrar la cuota individual del error. Y no habrá mucho para decir que no haya sido dicho.
Tributarios todos ellos, de la simbología de los contrastes con el pasado; sabrán en esa hora, desde su palio henchido, que podría ser suficiente con un solo guiño para que, todos allí, giren sobre sus talones y vayan a destruir cualquier vida... o cualquier obra.
Sólo gestos de revancha y sonrisas tan sobrefacturadas como las cuentas que supieron desfalcar de la ayuda social.
Brazos en alto, y manos abiertas desde una gran imagen puesta en un cuadro… con la cara de su “prócer” fallecido, multimillonario histórico del país… y locatario casual de los espacios vacíos y de las oportunidades. Ignorante eterno de que la mortaja no tenía bolsillos.
En suma, una fiesta sin fundamento alguno de ideologías bifrontes, que ni han definido antes, ni ahora, para seguir navegando impunes en el privilegio inmoral de la ilusión de los ignorantes.
Frases muy cortas, armadas para la ocasión, agotando los últimos recursos de su incompetencia y haciendo allí mil cabriolas para disimular su compulsión proscriptora de la dignidad y los ideales.
Un espectáculo único. Con todos los canales del país enviados a enfocar su júbilo falsificado.
Allí estará una plétora de sujetos de toda laya, en un curioso torneo de advenedizos y acróbatas de la dignidad comercializada por frente y por retaguardia. Lacayos confesos, muchos de ellos de la conveniencia personal y tributarios de las contorsiones más indignas, atentos siempre a la posición de la veleta política, pero jamás a cualquiera de los valores supremos que los obliga al bien común.
Un torneo de las dimensiones de una rara alfombra en la que puede convertirse un ser humano, cuando decide ser, antes que nada, un gran mercader de la deshonra.
Un torneo por la cantidad, la calidad, la entonación y la disciplina del ganado de ovejas que hayan logrado arrear a ese lugar, el día del aborto.
Pues el gran aborto del domingo 14 de agosto ha de ser eso:
El holograma de una victoria aprovechada en su cáscara.
Un pañuelo de colores, perdido en la galera de los magos de la rapiña. Para que una multitud de giles compren la imagen de un falso 23 de octubre ... cosumado setenta días antes.
Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse, para El Ojo Digital Política.
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