POLITICA: POR MARIANO ROVATTI

Causas y efectos del "Cristinazo"

El categórico triunfo de Cristina Fernández-Kirchner del día de ayer tiene innegables méritos propios y culpas ajenas. Intentaremos analizar unos y otros, e imaginar qué puede suceder a partir de este nuevo capítulo en la política nacional.

15 de Agosto de 2011

Entre los primeros, surge como uno de los principales méritos, el cambio de modalidad en la construcción política. Después de la muerte de Néstor Kirchner, Cristina fue abandonando la confrontación sistemática, que le había dado resultados buenos y malos –según la oportunidad- a su marido. Los recientes resultados electorales en la ciudad de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba convencieron definitivamente a Cristina de la necesidad de un cambio, que materializó inmediatamente.

El auge del consumo en las clases medias y altas, y el constante crecimiento económico del país consolidaron el liderazgo político de Cristina. A ello se suma la vigencia de las convenciones colectivas de trabajo como método redistributivo. Conducir un país que crece y consume, es generalmente premiado por su población, más allá de las causas reales de ese crecimiento.

Las condiciones económicas globales prometen ser altamente favorables para la Argentina por los próximos años. Ello configura un dato estructural, y no un veranito. Tras su derrota en la batalla del campo, el gobierno no hostigó más a los productores, aunque tampoco les modificó las condiciones para la producción. De todos modos, ésta sigue resultando beneficiosa para el campo dadas las condiciones internacionales. Sin ser intención explícita del gobierno, la Argentina reencontró su rol en el mundo como proveedor de alimentos, sacando claras ventajas de ello.

En este marco, la crisis actual de Europa y Estados Unidos tienen tanto de riesgo como de oportunidades para la Argentina y la región, pero ambos aún no han llegado a afectar a la economía nacional.

Lejos de constituir un factor de rebelión social, la pobreza funciona como una condición favorable a la sumisión política al poder de turno, dada la vigencia de una importante red de asistencia social, en especial la asignación universal por hijo, que fue un eficaz método de integración social y –a la vez- de fidelización del voto de los más pobres.

Desde lo estrictamente político, el Frente para la Victoria funciona como un ejército conducido en forma efectiva y real por una generala, asistida por un pequeño y leal estado mayor y una tropa obediente. Pese a la cruda pelea interna por el poder, y el malestar por el armado de listas, todos se alinearon detrás de Cristina, incluso los intendentes bonaerenses y la CGT, los sectores más resentidos con el diseño electoral. Además, todos están contenidos dentro de un plan estratégico claro.

Las primarias funcionaron como un test de lealtad de intendentes y gobernadores. Pese a algunos gestos autonomistas, ninguno sacó los pies del plato, ni los sacará en octubre, dada la diferencia de votos alcanzada por la Presidenta, quien además demostró que –efectivamente- los votos son de ella. .

El cristinismo ya es una fase reciclada del kirchnerismo. Tienen elementos en común y otros diferentes, que le permiten a Cristina renovar su liderazgo.

Entre las culpas ajenas, podemos encontrar muchas. Quizás la principal, sea la dispersión que presentaron ayer, convirtiendo lo que hubiera sido un amplio triunfo oficialista en una paliza impiadosa.

La oposición destruyó lo construido en 2009. Si se hubiera sostenido el ACyS, dirimiendo en la primaria las candidaturas de Ricardo Alfonsín, Hermes Binner y Elisa Carrio, el ganador de ellos hubiese llegado a octubre con un piso del 25%. Si el peronismo federal hubiera mantenido dentro de un mismo espacio a Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá, y que en la primaria se definiera el postulante, éste tendría un piso del 20%. La vanidad, las miserias personales y la falta de visión política de sus dirigentes impidió este realineamiento.

La oposición tampoco demostró tener propuestas alternativas al modelo gobernante. Nadie –empresario, profesional u obrero- abandona una opción para ir a la nada, o a lo desconocido. El modelo oficial –guste o no- es claro. El de la oposición no lo es, no es bien explicado, o en algunos casos, no existe.

La oposición creyó tanto o más que el propio gobierno que Cristina ganaría. Los abandonos de Macri, Solanas, Cobos, Sanz y Das Neves dejaron en la cancha a otros exponentes, sin chances de dar pelea.

Por esa falta de propuestas, la oposición no supo aprovechar los flancos ofrecidos por el gobierno, que fueron muchos: la inflación, sus rasgos autoritarios, los escándalos de corrupción, la inseguridad, la pobreza y el maltrato a los jubilados fueron objeto de vagos ataques opositores, sin formularse propuestas superadoras, las que además, deben ser claras, concretas y sintéticas. Hoy una idea tiene que ser expuesta dentro del twitter size: si requiere de más de 140 caracteres, no será leída ni escuchada por el gran público.

Entre los posibles efectos de esta elección, podemos ver los siguientes:

En el Frente para la Victoria, Cristina ratifica su liderazgo, consolidando su propio movimiento, el cristinismo, como fase siguiente al kirchnerismo. En el juego del poder interno, acertó al marginar a sindicalistas e intendentes. Los votos son de ella, nomás.

Daniel Scioli acertó también al encuadrarse, una vez más. Pero también encuentra en esa sumisión su propio techo político.

Con este respaldo electoral, Cristina avanzará por la reforma constitucional que la habilite a un tercer mandato consecutivo en 2015. Además de su propia ambición, la motivará a ello su necesidad de mantener encolumnada la tropa, y que ésta no empiece a migrar hacia las posibles candidaturas de Daniel Scioli, José Manuel de la Sota o Juan Manuel Urtubey.

La expectativa generada por el triunfo de De la Sota queda congelada. La figura del Gallego quedó fortalecida el 7 de agosto, pero aislada una semana más tarde. El proyecto de peronismo autónomo no parece tan tentador después del triunfo cristinista, expresión de un peronismo hiperconcentrado en la figura presidencial.

A menos que ocurra un cataclismo, octubre será un paseo aún más reconfortante para Cristina. Más de uno de sus rivales se desanimarán, y muchos votantes de la oposición se harán oficialistas.

Por el lado de la oposición, importa ver cómo quedó el PRO, uno de los espacios que creció en el proceso electoral del 2011. Tras la ratificación de Mauricio Macri en la ciudad de Buenos Aires y la sorpresa de Miguel del Sel en Santa Fe, cosecha una valiosa victoria de Jorge Macri en Vicente López frente al Japonés García, y una excelente elección de Federico Pinedo en Capital, llegando segundo, con boleta corta y el 16% de los votos.

Siendo Macri el jefe político del segundo distrito del país, será el challenger del Frente para la Victoria en 2015. Su desafío será convocar dirigentes y votantes del peronismo opositor, el radicalismo, los partidos provinciales y vecinales, y sectores independientes. Para ello, deberá definir claramente los principales ejes programáticos a nivel nacional, manteniendo los logros del gobierno actual y rectificando sus vicios.

El otro espacio promisorio es el Frente Amplio Progresista (FAP), que igualó el rango de votos de Eduardo Duhalde y Ricardo Alfonsín. Beneficiado por el pacto Alfonsín-De Narváez, puede salir segundo en octubre., Su desafío será absorber a Pino Solanas, y afirmarse en distritos en donde casi ni figuró como el Noroeste, Cuyo o el interior bonaerense.

Dentro del peronismo opositor, en el duhaldismo primó la desorganización y el amateurismo. Faltó una estrategia publicitaria para exponer sus ideas, que son sensatas y realistas, elaboradas desde la experiencia en la gestión. Se notó entre sus cuadros, un generalizado envejecimiento, no tanto de edad cronológica, sino de estilo de construcción política.

Para el 2015, a sus integrantes les convendrá encuadrarse detrás del liderazgo de Mauricio Macri, aportándole cuadros políticos y think tanks que al PRO le están faltando. Además, puede apuntalar a su única cara nueva, Martín Redrado, quien hizo una aceptable elección, aunque llegando detrás de Federico Pinedo.

En el espacio de los Rodríguez Saá, se registra un mantenimiento del nivel electoral de 2007. Jorge Asís dice que alambraron tan bien la provincia que ni ellos pueden salir. Su desafío es precisamente ése. Lo consiguieron sólo en la zona de Cuyo. Su gran arma es mostrar su exitosa gestión en los últimos 28 años.

Por último, el radicalismo pagó caro su falta de identidad política. Ricardo Alfonsín se hizo de la candidatura partidaria portando apellido y ademanes de su padre, ayudado por las deserciones precoces de Julio Cobos y Ernesto Sanz. Luego de apostar a la nostalgia, jugó su futuro al lado de Francisco De Narváez. Ambos perdieron con el arreglo.

El desafío radical será encontrar esa identidad. Qué son los radicales: ¿un partido de centro, una variante socialdemócrata, o una ONG que lucha por los valores cívicos?

Francisco De Narváez ratifica su condición de principal referente opositor bonaerense, pero allí encuentra su techo. Su desafío será olvidar rencores, y sumarle al armado de Macri una pata bonaerense. De todos modos, ya tendrá en su primo Jorge a un referente ineludible, si en octubre repite su triunfo sobre Enrique García.

Elisa Carrió consumará su despedida en octubre o quizás antes. La Coalición Cívica tiene un puñado de aceptables dirigentes, como María Eugenia Estenssoro o Adrián Pérez, que quizás deban hacerse cargo de la conducción del espacio desplazando a la conducción personalista e intransigente de Carrió. Deberán definir sus ejes programáticos, superando la postura de la denuncia permanente, o la invocación a la honestidad como suficiente requisito para gobernar. Por su perfil, sus nuevos referentes pueden compatibilizar con un armado nacional del PRO, si éste se decide a ampliar su base de cara al 2015.

Por Mariano Rovatti, Blog Argenpolítica, para El Ojo Digital