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¡A estudiar, Señora Presidente, o a no hacer trampas!
"La segunda imagen –que iba formando gradualmente la parte crítica y, al principio, poco numerosa de la opinión pública etíope- presentaba al monarca como un soberano capaz de hacer cualquier cosa con tal de mantener su poder y, ante todo, como un gran demagogo y un paternalista teatral que, con sus gestos y palabras, enmascaraba la venalidad, la cerrazón y el servilismo de la élite gobernante, por él creada y mimada" (Ryszard Kapuścińki)