La calle, enfurecida
Desde el asesinato de Ferreyra, hecho al que se imputa la muerte del propio Kirchner, la calle ha recuperado un protagonismo que no se veía, en estas pampas, desde el 2001.
Desde el asesinato de Ferreyra, hecho al que se imputa la muerte del propio Kirchner, la calle ha recuperado un protagonismo que no se veía, en estas pampas, desde el 2001.
Sin respuestas, Cristina Fernández ha terminado cayendo víctima de un cóctel peligroso, configurado por su propia inexperiencia e ineptitud, la agenda de oscuros personeros provenientes del kirchnerismo de ala dura, y la crisis social y de seguridad que su difunto esposo en gran medida contribuyó a fogonear, en beneficio de sus objetivos políticos. La ironía dentro del caos: solo el peronismo "disidente" y la oposición pueden detener su caída.
Los últimos acontecimientos que son de dominio público -referidos a la usurpación de tierras por parte de extranjeros, principalmente de nacionalidad peruana y boliviana- deja al descubierto una trama que, por sus características, resulta inédita en un país civilizado hospitalario y pacífico como lo es y lo ha sido siempre la República Argentina.
“Y en la calle, codo a codo, somos mucho más que dos” (Mario Benedetti)
En los últimos días, el término "xenofobia" se popularizó entre nosotros. Como toda especulación irracional de este gobierno etiquetador, manipulador y extremista, las opciones son sólo dos: o bien permites que una familia de extranjeros instale una carpa en el jardín de tu casa, los alimentas y les sonríes cada mañana, o bien eres un fascista xenófobo inhumano no apto para vivir en sociedad. Trataba yo de encontrar un punto medio entre dos posturas tan opuestas y no puedo impedir identificarme, finalmente, como "xenófobo".