La esperada guerra de la mafia
Ella no canta el Himno ni la marcha peronista. No sabe las letras. Y -entiéndase bien esto- Ella es mega, turbo... millonaria. De todos modos, aún así, podría ser patriota. ¿Por qué no? Pero obsérvense primero su ADN y su ética de letrina...
Empecemos por lo básico: ¿de dónde la sacó?
Julio Bárbaro los conoció desde jóvenes, y dice que no tenían "ni para comprar fideos".
Es muy fácil: ella rompió el récord mundial de la retroexcavadora del latrocinio.
Un gracioso supo decir, días pasados, en una conferencia: "Y... cómo no va a ser millonaria, si lo heredó a él" (el auditorio reíase a los gritos).
Si a ella le importara un poco más que un bledo lo que ocurre en esta comarca, ya habría aprovechado este momento para dar una señal.
Y en verdad, hizo cien gestos, todos en la misma dirección:
Mayor soberbia, mayor apriete y algo fundamental:
Apertura de una nueva etapa de mentiras enciclopédicas.
El fabuloso ajuste que se viene en el país es de una magnitud tal que sólo se ha de poder entender, precisamente, en el estricto marco de lo que ha sido el inconmensurable cráter formado por las cien mil y una postergaciones que diseñó ella... para ganar votos.
La inflación y la inseguridad son dos enormes monigotes encerrados en un calabozo, pero que, apenas salgan, pueden desollarla viva.
Se diría que ella está convencida de que el 46% que sabe cabalmente que ella es una mentirosa imperial puede seguir siendo burlado.
Si hubiese que definir una persona antipatriota, sin dudas cualquiera elegiría a una que sea eximia ladrona de las arcas de Estado. Una mechera especializada en el erario público.
Y veamos lo que parece venirse en materia de guerra de mafiosos y antipatriotas en estas tierras:
Tucídides fue, para muchos, el primer historiador. Escribió su obra desde el exilio, y ello le otorgó ventajas en la perfección historiográfica.
La advertencia más famosa de Tucídides -hace ya más de dos milenios- ha sido la llamada teoría del inevitabilidad de un conflicto.
Trátase de algo muy curioso:
Refiere que la sola creencia de un conductor en la inevitabilidad de una confrontación o conflicto puede llegar a convertirse en una de sus principales causas.
Pues cada bando, creyendo que todo va a terminar en una guerra absoluta con el bando rival, realiza entonces unos preparativos bélicos razonables que son interpretados, por el bando contrario, como la más cabal y certera confirmación de sus peores miedos.
Entonces, cada uno de los dos empieza a "subir la apuesta" de sus propios preparativos. De esa manera y por aproximaciones sucesivas, la creencia inicial de que el conflicto era inevitable se convierte en una especie de profecía autocumplida.
Aquí, en nuestra comarca tullida, insolvente y despanzurrada, un terrible karma de desgracias en cuentagotas nos acompaña.
... Como si fuera un descarrilamiento interminable, que nos persigue cual temeraria maldición.
Pues ahora, damas y caballeros, se larga otra: la guerra de mafias.
Pero -nadie sabe bien por qué, y nadie conoce bien desde cuál de los síntomas- flota la sensación de que se nos acabó el turno.
Que se han evaporado ya todas las chances encadenadas que, cada vez, pudimos manotear a último momento.
La perversa práctica deportiva del conflicto, llevada a cabo durante ocho años consecutivos por una familia de insanos mentales que acaso confundieron la República con un polígono de tiro, puso a toda la sociedad en un estado de perfecto acostumbramiento -casi natural- a la crispación. Eso llegó a ser, para las ovejas, el "modelo" a votar.
"Yo te destruyo, tú me destruyes, estos jóvenes nuevos nos van a destruir... y ella también. Nosotros nos vamos a destruir entre todos, y vosotros seréis destruidos por vosotros mismos".
Sabemos a la perfección conjugar el verbo de la preparación, crispada para la eventualidad de un conflicto.
Lo insoportable para ella es que se le noten demasiado los gestos de miedo. Sabe que se la ha caído la estantería y que, ahora, la apuesta es tratar de no ser tragada por la realidad. Esa que avanza hacia ella a una velocidad alucinante.
Su inmovilismo, mezcla de inoperancia y confusión, es hoy el trágico precio de los desbordes imperdonables de su propia farsa.
Sin la menor exageración, tiene tres cuartas partes de la estantería nacional desparramadas por el piso.
La caja es de la mafia, ergo, será de ella... o no será de nadie.
Con el Congreso en estado de imperialismo absolutista, cualquier cosa que ande volando será enviada por ella hacia esa especie de "escribanía", para ser convertida en ley. Se cubrirá oportunamente con aquello de cualquier juicio ulterior.
Las leyes -a su medida- saldrán de allí como "fast food".
Ella sabe bien que si, el camionero se vuelve loco, puede armarse una guerra sostenida, peligrosa y lacerante para el país... de la que ella, sin embargo, está absolutamente segura... ha de salir triunfadora.
Cuenta, para ello, con lo que sabe de él... y naturalmente con lo que le cuentan los espías que oyen los cuatro teléfonos celulares con los que el candoroso gremialista cree tenerlos despistados.
Y... ¿qué es lo que sabe ella?
a) Que él es un cobarde;
b) Que entre varios jueces recientemente nombrados pueden asfixiarlo;
c) Que lo llamó -con desesperación- al Momo... para que lo ayude;
d) Que está buscando, ahora mismo, apoyos externos... sin mucha suerte;
e) Que es conocedor cabal de que ella lo provocó a propósito.
El problema más grave -y que se presenta soterrado- es que ella tiene como objetivo irrenunciable confiscar las cajas de las obras sociales.
Los motivos periféricos y distractivos de esta guerra serán otros.
Será Perón, será Evita... serán las frases desafortunadas del discurso o las acusaciones de extorsión que ella hace para provocarlo.
Acaso podrá ser también la falta de puestos legislativos para ellos. Quizás la súbita voltereta en el tema de la famosa participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas...
Y él, en su discurso dentro de horas, proferirá su mayor amenaza:
La discusión salarial será desde la inflación de los supermercados. Prepárense todos los trabajadores, porque ella nos quieren avasallar.
Pero es muy difícil que, de arranque, este ex empleado de "la familia" -forrado en dinero por ellos- quiera mencionar, con pelos y señales, el verdadero epicentro de esta guerra: la caja de la mafia.
Si Perón fuese un faraón egipcio en su sarcófago, su maldición ya habría alcanzado en modo inexorable a medio centenar de olvidadizos, que desde hace ocho años vienen dedicando tiempo a la maledicencia de los difuntos, y ahora, a un sospechoso revisionismo histórico.
La Casa Rosada y la Residencia de Olivos serían, hoy mismo, unos conmovedores sitios petrificados, como lo fueron Pompeya o Herculano.
La Cámpora -cuyos integrantes en el 73 y 74 eran lactantes o bien no habían nacido- ostenta ya, sin ningún disimulo, un raro peronismo con la nariz tapada, tal como el que ella les ha inducido a practicar en soledad.
Un peronismo envuelto en papel de diario.
Un peronismo de látex, pintado a rayones y manchas... casi en línea con el surrealismo de André Bretón de 1924.
Un peronismo moralmente selectivo y pendular, metamórfico y un poco elastizable, dispuesto a competir por la caja de la mafia hasta despellejarse.
Ahora podrían hacer -si acaso lo desean- una ley en la que se obligue a aplaudirla... o bien imponer un sistema métrico legislativo inspirado en el terrible Procusto.
Ley que quede larga, le serán serruchadas las piernas. Ley que quede corta, le serán estirados los huesos hasta descoyuntarla.
Véase, especialmente -y a contraluz- después del gran discurso delirante del país de fantasía que pintó esta mujer, la burla terrible y descomunal que significa haber enviado al Congreso, al día siguiente, una prórroga sine die de la Ley de Emergencia Económica.
El flautista de Hamelin hace rato que tiene un pedido de audiencia de los argentinos... que se encuentran hartos de las ratas.
Quien esto escribe hace aquí un último llamado al flautista porque, realmente, nos encontramos invadidos como si fuésemos una alcantarilla.
Y es ella, con su nueva repugnancia por Perón quien, siguiendo las enseñanzas de la política confrontacional que le dio resultado a su difunto marido, piensa "subir la apuesta".
Va a subir la apuesta mafiosa hasta un nivel en el que, aunque se destruya el país, ella pueda ser la víctima.
Por el Lic. Gustavo A. Bunse, para El Ojo Digital Política
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