Elecciones Presidenciales 2012: cambiando el rumbo de Estados Unidos
No hay manera de predecir cuál será el resultado de las elecciones de 2012. Pero serán un punto de inflexión en la historia de Estados Unidos: O bien nuestros líderes guiarán al país aún más lejos por el camino del “progresismo” o bien comenzarán un largo y lento retorno hacia los principios de la Fundación Americana...
No hay manera de predecir cuál será el resultado de las elecciones de 2012. Pero serán un punto de inflexión en la historia de Estados Unidos: O bien nuestros líderes guiarán al país aún más lejos por el camino del “progresismo” o bien comenzarán un largo y lento retorno hacia los principios de la Fundación Americana. Para ayudar a nuestros líderes a tomar las opciones correctas, la Fundación Heritage ha marcado un hito con la publicación llamada Changing America’s Course (Cambiando el rumbo de Estados Unidos), que ofrece recomendaciones a nuestros líderes políticos sobre cómo permanecer dentro de los límites de la Constitución.
Probablemente, Ud. haya leído la propuesta financiera de la Fundación Heritage, Para Salvar el Sueño Americano y nuestra fórmula para Una política exterior conservadora. Estas ideas son piezas cruciales de nuestro enfoque. Pero son sólo partes de la más amplia crisis a la que los americanos se enfrentan a día de hoy (la crisis del gobierno constitucional), de la que trata Para Salvar el Sueño Americano.
Estados Unidos es único. La nuestra es una república dedicada a los principios universales de la libertad humana: que todos somos fundamentalmente iguales y dotados por igual de los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Nuestro gobierno existe para asegurar estos derechos divinos, emanando sus justos poderes del consentimiento de los gobernados. Nuestra Constitución limita el poder del gobierno con el Estado de Derecho, creando un firme marco para extender la oportunidad económica, proteger la independencia nacional y asegurar la libertad y la justicia para todos.
Sin embargo, en la actualidad, el gobierno federal ha adquirido un domino prácticamente incontestable sobre casi cada área de la vida americana. Actúa sin límites constitucionales y sólo está restringido por la conveniencia, la voluntad política y (cada vez menos) las restricciones presupuestarias.
El alcance ilimitado y la profundidad de sus normas significan que el gobierno federal regula de manera creciente sobre una parte cada vez mayor de nuestras actividades básicas, desde cuánta agua hay en nuestros aseos hasta qué tipo de bombillas podemos comprar. Este es un gobierno que no está limitado por ningún principio organizativo, que cada vez es más antidemocrático y que está dañando el autogobierno del pueblo.
Por ejemplo, como parte de su campaña de reelección, Obama ha lanzado una iniciativa llamada “No Podemos Esperar” para destacar sus medidas independientemente del Congreso. Esto va más allá de la acción política normal de un presidente que se presenta a la reelección con el Congreso en contra. La idea de Obama parece ser la de que el presidente, obligado a ejecutar las leyes, no tiene que esperar a que el Poder Legislativo haga, corrija o derogue las leyes sino que puede y debería actuar por sí mismo.
Esto viola el espíritu (y potencialmente la letra) de la separación constitucional de los Poderes Legislativo y Ejecutivo representados por el Congreso y el presidente, respectivamente.
Por su parte, el Congreso tampoco ha cumplido con sus deberes constitucionales. Con el actual liderazgo del Partido Demócrata, han pasado más de tres años sin que el Senado de Estados Unidos haya aprobado siquiera un presupuesto. Y con el liderazgo republicano, en 2003 y de manera poco ética, la Cámara de Representantes mantuvo abierto el plazo de votación durante tres horas (en lugar de los 15 minutos programados) de modo que los líderes de los partidos pudieran convencer, hacer cambiar de opinión a sus colegas y pasar a la fuerza Medicare Parte D.
O lo que es todavía peor, el Congreso se ha instalado en el hábito de legislar sin miramientos hacia cualquier límite sobre sus poderes. Aunque la Constitución inviste al Congreso con el poder de legislar, la mayoría de las “leyes” en realidad son promulgadas por agencias y por la burocracia bajo la apariencia de “regulaciones”. Recientes ejemplos de ello incluyen la masiva regulación financiera Dodd-Frank y, por supuesto, Obamacare.
Como resultado, las decisiones sobre normativas clave que anteriormente eran la responsabilidad constitucional de los legisladores electos son delegadas en administradores del poder ejecutivo cuyas normas tienen toda la fuerza y el efecto de las leyes aprobadas por el Congreso. Habiendo aprobado una enorme legislación escrita en términos generales y con una escasa deliberación seria, el Congreso es cada vez más un cuerpo administrativo que supervisa a una vasta colección de responsables políticos burocráticos y organismos que elaboran las normas.
El libro de Heritage enseña el rumbo constitucional a seguir para un futuro más brillante de oportunidad e independencia. Si nuestros líderes políticos siguen sus recomendaciones y empiezan a mantenerse a sí mismos entre los límites de los poderes que la Constitución les da, Estados Unidos se situará una vez más en un camino basado en los principios de la libertad, la oportunidad y el autogobierno constitucional.
El primer paso es reducir el tamaño y el alcance del gobierno y liberar los motores del crecimiento económico y las instituciones de renovación cultural. Sólo entonces podremos cambiar el rumbo de Estados Unidos, empezar a poner el gasto bajo control, balancear el presupuesto y disminuir nuestra deuda sin aumentar los impuestos.
La versión en inglés de este artículo está en Heritage.org.
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