Sobre el concepto de éxito empresarial de Barack Obama
En un discurso para sus partidarios en Roanoke, Virginia, el presidente Obama recordó el razonamiento de Elizabeth Warren para justificar impuestos más altos sobre los ricos.
* El autor es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
En un discurso para sus partidarios en Roanoke, Virginia, el presidente Obama recordó el razonamiento de Elizabeth Warren para justificar impuestos más altos sobre los ricos. Como la profesora de leyes de Harvard que ahora está en campaña para representar al estado de Massachusetts en el Senado estadounidense, el presidente dijo: “Si usted ha sido exitoso, usted no logró eso por si solo. Si usted ha tenido éxito, alguien a lo largo del camino lo ayudó. Hubo un gran profesor en algún momento de su vida. Alguien invirtió en carreteras y puentes”. El presidente luego adoptó el razonamiento de la Sra. Warren y lo llevó a una retórica más elevada diciendo que “Si usted tiene una empresa, usted no la construyó. Otra persona hizo que eso fuera posible”.
El Sr. Obama tiene razón al indicar que todos nosotros hemos recibido ayuda de otros —incluso cuando esos “otros” es mucho más probable que hayan sido nuestras familias y amigos en lugar de funcionarios del Estado. Pero negar el rol crítico que los empresarios —personas que construyen capital asumiendo riesgos o teniendo iniciativa— juegan en el éxito y fracaso de las empresas que ellos manejan es un error.
Fue la visión y el liderazgo de Steve Jobs, por ejemplo, lo que convirtió a Apple en la corporación más grande del mundo. Si, Apple se ha beneficiado de servicios, de carreteras y de la educación provistos por el Estado, pero la aparente creencia del presidente de que el uso de servicios públicos justifica impuestos todavía más altos sobre empresarios exitosos carece de lógica.
Primero, es sospechoso tanto moral como lógicamente que los partidarios de un Estado más grande reprendan a los negocios por usar servicios públicos para los cuales no hay alternativa privada gracias a la legislación estatal. Eso es cierto del monopolio estatal de facto sobre la provisión de educación primaria y secundaria, y los costos regulatorios altos asociados con la construcción de carreteras privadas.
Se ha reconocido que la ausencia de la oferta privada de ciertos servicios no constituye necesariamente un “fracaso del mercado” desde aquel debate entre dos economistas ganadores del Premio Nobel —Paul Samuelson y Ronald Coase. En 1964, Samuelson ilustró su concepto de una falla del mercado al aseverar que los faros tenían que ser provistos por el Estado porque no pueden generar suficiente ingreso para las empresas de propiedad privada. Diez años después, el Sr. Coase observó la historia de los faros en Inglaterra y Gales y descubrió que empezaron como faros construidos por empresas privadas con fines de lucro. En realidad hay muy pocas cosas que el mercado no pueda proveer —a menudo de manera mucho más eficiente— que el Estado.
Segundo, los comentarios del Sr. Obama en Roanoke ilustran la profundamente equivocada interpretación de lo que significa ser un empresario exitoso. Como dijo el presidente, “Siempre me sorprende la gente que piensa que, bueno, [el éxito en los negocios] debe ser porque yo era tan inteligente. Hay muchas personas inteligentes ahí afuera. Debe ser porque trabajé más duro que todos los demás. Permítanme decirles algo —hay muchas personas que trabajan durísimo ahí afuera”.
Nadie duda que los estadounidenses sean personas buenas que trabajan con dedicación, pero el trabajo arduo y el emprendimiento exitoso no son la misma cosa. Si fuera tan fácil tener éxito como lo sugiere el presidente —solamente reúna todos los servicios que el Estado le provee y disfrute de su fama y fortuna— ¿Por qué no todos somos un empresario exitoso?
Como el profesor Israel Kirzner de la Universidad de Nueva York nos recuerda, los empresarios exitosos suelen ser personas que están atentos a las oportunidades que nos rodean pero que otros no pueden ver. Consideren a Art Fry, que inventó las notas Post-it, y a Bill Gates, quien tuvo la visión de la computadora personal en cada casa. Ese tipo de viveza no se la puede enseñar.
Hay muchas razones prácticas para no envidiar la riqueza de los empresarios exitosos. Muchas veces arriesgan su propio capital, nos proveen con productos y servicios que consumimos, crean empleos y hacen crecer la recaudación por concepto de impuestos personales y corporativos. Sin embargo, no perdamos de vista el aspecto moral. Las ganancias, algunas veces estratosféricas, de los empresarios exitosos generalmente están atadas a innovaciones que nos benefician a todos de manera desproporcionada.
Muchas veces, la retórica del presidente y sus partidarios pinta a los “ricos” como un grupo homogéneo con un carácter moralmente cuestionable y quienes llegaron a donde han llegado gracias a la buena suerte o al engaño. Los estudios sugieren que la riqueza heredada constituye entre un 10 y un 20 por ciento de la fortuna neta del 1 por ciento más rico de EE.UU. Según el profesor Mark Perry de la Universidad de Michigan, “la herencia no es el principal determinante de la riqueza hoy en día”. Gran parte de la riqueza de hoy, en otras palabras, es ganada. Mientras que sin duda es cierto que la categoría de “los ricos” incluye personajes de mala reputación como Bernard Madoff y Allen Stanford, la gran mayoría de los ricos son personas sobre las cuales usted y yo nunca sabremos algo. Son empresarios, emprendedores e innovadores que trabajan cada día para mejorar un poco nuestras vidas.