Estados Unidos: Romney y Obama aumentan los decibeles del debate
Apuntes sobre lo compartido por la reciente confrontación televisiva entre el actual presidente estadounidense y su retador, del Partido Republicano. El video con el debate completo, en inglés.
Este martes tuvo lugar el segundo debate televisado entre Barack Obama y Mitt Romney. El evento fue programado para transmitirse desde la sede de la Universidad de Hofstra (Nueva York), y ya todo mundo había anticipado algo de lo que sucedería, esto es, que el actual jefe de estado norteamericano jugaría una postura más agresiva, a raíz del fracaso protagonizado durante el ahora célebre primer round. La necesidad del mandatario de sobreponerse también obedecía al papelón protagonizado por los modos burlones con que su compañero de fórmula Joe Biden encarara los conceptos del republicano Paul Ryan durante la pasada semana: los guarismos posteriores al debate vicepresidencial arrojaron ventajas para el GOP en una relación de, en algunos casos, 65%-35%. Y, para Barack Hussein Obama, sujeto también a la furibunda presión interna surgida desde el seno su propio partido, se exigía dar vuelta la situación. También porque, luego de los dos debates previos, se multiplicaban estudios de opinión que, por primera vez, exhibían a Romney como liderando la tabla de la intención de voto a nivel nacional. En algunos casos, con una alarmante ventaja de hasta cuatro puntos porcentuales (Gallup).
Acaso haya sido el volumen de las presiones lo que llevó al presidente estadounidense a despuntar mayores cuotas de agresividad. En tal sentido -y si bien Obama evitó mostrarse dubitativo como en el primer encuentro-, esta vez se valió del ataque personal en más de una ocasión. Acusó a Mitt Romney de falsear números y de mentir abiertamente. Ofensiva que cobró forma hacia los primeros treinta minutos del desafío: luego de que el republicano se hiciera eco de estadísticas que reflejaban la caída en la producción de gas, petróleo, carbón y otros recursos energéticos, Barack contraatacó con sus propios índices. A la luz del desacuerdo inicial, luego quedaría expuesto por el hombre del GOP que las razones para esa debacle de producción debían rastrearse en la denegación de permisos para explotación y exploración, atribuíbles al gobierno federal. Obama no lo desmintió pero, a consecuencia de verse por primera vez bajo fuego, elevó los decibeles del ataque contra su oponente, y no abandonó esa postura durante todo el debate.
La naturaleza de la confrontación por tevé acusa caracteres bien diferenciados, de acuerdo al país bajo análisis. En los Estados Unidos, por ejemplo, las reglas de oro para no caer en desgracia frente a la opinión pública suelen ser dos: 1) evitar el ataque personal contra el rival y, 2) evitar interrumpir al otro. Lícito es puntualizar que, en la noche del martes, ambos aspirantes quebrantaron estas directivas, seguramente tentados por el cáriz que cobraron muchos de los ásperos temas bajo tratamiento. Así sucedió con los ataques en Bengazi, Libia, y que en su oportunidad terminaron con la vida del embajador destacado en esageografía (junto con otras tres personas de nacionalidad estadounidense), por cuanto Mitt Romney restregó por las narices de Barack Obama que los funcionarios de su Administración habían incurrido en el grotesco de comunicar primero que los ataques habían surgido a consecuencia de un video ofensivo para con la cultura árabe, para luego retroceder y referirse a un ataque terrorista organizado. El presidente solo atinó a salir del embrollo por la vía de la victimización: "Sugerir que cualquiera en mi equipo (...) jugaría a la política por la vía del engaño, cuando perdimos a cuatro de los nuestros, Gobernador, es ofensivo". Pero Romney recapituló en la explotación de las debilidades de política exterior del Obamarealpolitik, instando a su cultor a hacerse responsable por esos decesos. El mandatario intentó evadirse del incómodo momento, recordando que fue durante su gobierno que se aniquiló a Osama Bin Laden. Salida elegante. Recurso aprovechado no sin cierta dosis de oportunidad. El candidato republicano, sin embargo, volvería a la carga, retrucándole a Obama su escapada hacia Las Vegas -apenas horas luego de ejecutado el ataque en Libia-, para recaudar fondos para su campaña: "Acciones como ésta, tomadas por alguien que es presidente y líder, observan importancia simbólica". Aquí se hizo patente la estrategia de Romney, de golpear contra la falta de liderazgo demostrados por el ocupante de la Casa Blanca.
La problemática de China también se coló en los cruces, corporizándose en una suerte de pequeña muestra gratis del próximo encuentro, que se concentrará en su totalidad en temáticas complejas de geopolítica y política exterior. Al respecto de este tema, los dos protagonistas fueron preguntados sobre cómo encararían el desafío de recuperar puestos de trabajo que Estados Unidos perdiera a manos de Oriente, por ejemplo, en la fabricación de artículos electrónicos de Apple. Romney aprovechó para sacar a relucir parte de su agenda exterior, que se presume bastante más agresiva que la demostrada por el presidente. Sostuvo que es imposible competir con los chinos en el actual estado de situación. "Ellos hacen trampa con su moneda nacional [el yuan], hackean nuestras computadoras y roban nuestra propiedad intelectual", redondeando la necesidad de caerle encima a la República Popular y sus políticas invasivas en detrimento del comercio internacional ('I will crack down on China', diría). El capítulo de los empleos perdidos con Oriente no pareció ser productivo para Barack, quien optó por lanzar una frase tan provocativa como hiriente: "Hay empleos que no recuperaremos jamás". Está por verse, de todas maneras, si el público toma este aparente acto de sincericidio como una simple muestra de honestidad brutal.
En las postrimerías del debate, el primer mandatario estadounidense sacó a relucir su 'as en la manga': despotricó contra su oponente, echando mano de un video interno que -se refiere- le ha impedido a Mitt Romney catapultar el crecimiento mostrado hasta ahora en los guarismos. Obama recordó al republicano lo registrado por una grabación en el cual, dirigiéndose a un público radicalizado, declamaba que no gobernaría para un 47% de la ciudadanía que vive del subsidio o del desempleo. En esta instancia, el referente del GOP no tuvo espacio para la réplica, y allí fue donde la moderadora de la transmisión -Candy Crowley, CNN- cosechó mayores críticas, coloreadas por el hecho de que, en el cómputo final, Barack terminó contando, para su exposición, con dos minutos más que su rival.
En el balance, fue difícil defender que alguno de los candidatos se haya alzado con la victoria en el clash mediático. En tanto el primer mandatario se mostró bastante más decidido que en el primer encuentro, el gobernador de Massachusetts supo resguardar su cosecha.
En el terreno de la recapitulación de los errores cometidos por uno y otro aspirante, puede afirmarse que Barack Hussein Obama abusó del libreto del apelativo emocional, refiriéndose con excesiva redundancia a la "madre soltera" que lo crió y a los "sueños" de los estadounidenses. Repitió hasta el cansancio las recomendaciones de su equipo y su intención de gobernar para las clases medias, pero no citó números duros o estadísticas certeras para rescatar su gestión económica (pues, claramente, carece de tales índices). Forzó el empleo desmedido del ataque contra la persona del candidato rival, endilgándole la intención de implementar políticas que serían destructivas para la economía de los hogares norteamericanos. O como cuando se burló de la pensión de su rival: dato que muchos podrían leer como una confesión inconsciente de que, al presidente, le desagradan la iniciativa privada y el crecimiento personal. Finalmente, el jefe de estado dejó traslucir una imagen de enojo, que no debería confundirse con apasionamiento. Obama cuenta, sin embargo, con una ventaja fundamental: no debe esforzarse tanto como su oponente para caer de pie. Respaldo comprobable con el que suelen contar aquellos mandatarios que se encuentran inmersos en la gestión, frente a escenarios económicos complejos. Y -está visto- existe alguna cuota de magnanimidad de parte de la opinión pública en estos casos.
Mitt Romney hizo buen uso de sus habilidades comunicativas, y no pocos apuntarán que ya comienza a ser 'imaginado' como presidenciable (factor que no hubiera podido atribuírsele hasta dos semanas atrás). Sin embargo, en la noche del martes volvió a sucederle lo que en la oportunidad anterior, dejándose ver en extremo ansioso y queriendo imponerse a la moderadora por la vía de la interrupción permanente. El republicano es consciente de que le será muy difícil convencer a un electorado que, en el peor de los casos, prefiere al presidente desde la óptica del "malo conocido". De cara al próximo debate -a llevarse a cabo en la localidad de Boca Ratón, estado de Floridan el 22 de este mes-, deberá trabajar mucho para mejorar sus puntos flojos, que en su caso tienen relación con un compendio de falencias a la hora de discutir temáticas que hacen a política exterior. Curiosamente, un terreno en donde Barack Obama acusa más sinsabores. Llegar al núcleo de ese público será importante para Romney, pues quienes le prestarán atención pertenecen a la esfera de las clases medias y altas. Por cierto, una audiencia bastante más informada que el promedio. El aspirante republicano deberá tener especial cuidado en que su agenda internacional (reprimendas a Irán o contra los propios chinos, por ejemplo) no sea interpretada como un futuro abundante en conflictos bélicos. Es que la Era Bush y las bajas militares devueltas por los escenarios bélicos de Irak, Afganistán y otros son temas sensibles con los que no es recomendable conmover de antemano a la existencia de las familias norteamericanas que han ofrecido el último sacrificio.
Matías E. Ruiz, Editor
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