Estados Unidos: el próximo presidente y la Corte Suprema
Cada voto cuenta. Y este año, podrían contar el doble. Un solo voto podría decidir tanto las próximas elecciones como el rumbo de las leyes constitucionales durante las próximas décadas.
Cada voto cuenta. Y este año, podrían contar el doble. Un solo voto podría decidir tanto las próximas elecciones como el rumbo de las leyes constitucionales durante las próximas décadas.
Simplemente, pregúnteles a los altos cargos federales responsables de nuestra seguridad nacional inmediatamente después del 11 de septiembre, que fueron demandados años más tarde por Javaid Iqbal. Durante la investigación de los atentados, agentes del FBI identificaron a Iqbal como un sospechoso de gran interés y lo detuvieron en Nueva York. Este los demandó alegando que altos cargos del gobierno, incluido el procurador general John Ashcroft, ordenaron personalmente que fuera discriminado por su religión, su raza y su origen nacional.
Iqbal no proporcionó ninguna prueba de su teoría de la conspiración. Cuando su caso llegó finalmente a la Corte Suprema, cinco magistrados rechazaron como es debido, aunque por un estrecho margen, sus afirmaciones especulativas, que habrían allanado el camino para que los abogados de muchos demandantes empezaran un proceso aleatorio con la esperanza de ganar de forma inesperada unos juicios por daños y perjuicios contra responsables federales actuales y pasados. Sólo por un único voto de la corte se impidió que Iqbal y otros muchos, sin prueba alguna de mala conducta más allá de su propia imaginación, sometieran a los responsables del gobierno a declaraciones juradas y otras tácticas de hostigamiento legal. Aunque la posibilidad de tener la suerte de llegar a un juicio por daños y perjuicios es pequeña, la simple perspectiva de tal recompensa habría asegurado un flujo constante de codiciosos desafíos legales.
De manera natural, los americanos consideran muchas cuestiones antes de depositar su voto para elegir a un presidente. Pero deberían recordar también cuán importantes serán sus votos para decidir el rumbo constitucional de la nación. Ningún candidato presidencial les ha dado a sus criterios para las nominaciones judiciales ni siquiera la categoría de tema de debate durante esta campaña, pero a quien elijamos como presidente bien puede determinar la viabilidad del Estado de Derecho en un futuro inmediato.
Fue Ronald Reagan quien mejor articuló el enfoque adecuado. Como expresó el día que el magistrado jefe William Rehnquist y el magistrado Antonin Scalia juraron sus cargos:
[Nuestros Fundadores] establecieron un poder judicial que sería independiente y fuerte, pero cuyo poder también estaría, así lo creían, confinado dentro de los límites de una Constitución y unas leyes escritas. Los redactores de nuestra Constitución creían…que la judicatura que imaginaban sería el poder “menos peligroso” del gobierno, ya que, como explicó Alexander Hamilton en El Federalista, no tenía “ni fuerza ni voluntad, sino simplemente juicio”. El poder judicial interpreta las leyes, mientras que el poder para hacer y ejecutar esas leyes está balanceado entre los dos poderes electos. Y eso fue algo que respaldaron los americanos de todas las opiniones.
El magistrado Felix Frankfurter lo expuso de este modo: “el más elevado ejercicio del deber judicial es subordinar la visión y los impulsos personales de cada uno a la ley”.
Por desgracia, demasiados pocos jueces entienden hoy en día su verdadera función. En lugar de ejercer su juicio, imponen su voluntad. Esta forma de activismo judicial sustituye el dominio de la ley por las preferencias personales. El Estado de Derecho no es una herramienta infinitamente flexible que permite a los tribunales imponer sus opciones políticas sobre la ciudadanía. En vez de eso, se trata de un conjunto definido de límites derivados del texto de la Constitución y de los estatutos que la acompañan.
El significado de esos textos se fijó en el momento de su adopción; cualquier otro enfoque rechaza la democracia en favor de la oligarquía. Las palabras, en su contexto, tienen un significado real, vinculante. Incluso si las personas razonables disienten en algunos casos difíciles, los jueces deberían tener el objetivo de discernir y aplicar el significado público original del texto en cuestión en vez de lo que quieren que signifique.
Estas últimas décadas, los jueces han tomado muchas decisiones sin las restricciones del Estado de Derecho. Demasiado a menudo, la propia Corte Suprema, por cinco votos a cuatro, retuerce el texto de la Constitución o de algún estatuto para lograr un resultado político de su preferencia, sustituyendo el juicio de la asamblea legislativa o el de los Fundadores por el suyo propio.
Piense en algunos ejemplos de decisiones recientes en las que un solo voto equivocado sí importó.
· En el caso del Condado de McCreary contra la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), una mayoría de 5 a 4 sostuvo que la exposición de los Diez Mandamientos en los juzgados de un condado violaba la Cláusula de Establecimiento, porque se supone que no estaban lo suficientemente integrados con un mensaje histórico o laico.
· En Kelo contra la Ciudad de New London, se decidió por esa escasa mayoría que una ciudad puede tomar una propiedad privada (incluidos los hogares de las personas) y dársela a una gran empresa, supuestamente para generar más ingresos fiscales. Esta decisión ignoró el claro requisito constitucional de que se tome la propiedad sólo para “uso público”.
· En Massachusetts contra la Agencia de Protección Ambiental (EPA), la Corte usurpó una cuestión política a los poderes legislativo y ejecutivo e irrumpió en mitad del debate sobre la regulación del calentamiento global. Al hacerlo, revocó la decisión razonada de la EPA de no regular las emisiones de gases de efecto invernadero y requirió que la EPA adoptase una regulación.
· Y ninguna discusión sobre las controvertidas decisiones con resultado de 5 a 4 estaría completa sin mencionar la decisión de la Corte en el caso de la Federación Nacional de Empresas Independientes (NFIB) contra Sebelius del pasado mes de junio. Aquí, una mayoría simple respaldó la ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible (PPACA) bajo la apariencia de entender su mandato individual como un impuesto.
Cuando los americanos vayan a votar mañana, deberían reflexionar sobre estas palabras del presidente Reagan: “Aquellos que se sientan en la Corte Suprema interpretan las leyes de nuestro país e indudablemente dejan sus huellas en las arenas del tiempo. Mucho después de que las normativas de presidentes, senadores y congresistas de cualquier época hayan desaparecido de la memoria del pueblo, las [normativas] de [la Corte Suprema] serán recordadas”. Por tanto, cada voto sí que cuenta.
La versión en inglés de este artículo está en Heritage.org
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