POLITICA: POR CARLOS A. MORAN HIDALGO

"Que se remitan a la Justicia"

Hasta el hartazgo hemos escuchado los argentinos esta expresión, de boca del ex presidente Carlos Saúl Menem, cada vez que se le presentaba un planteo de corrupción o anomalías en su gestión de gobierno. Para quienes entendíamos el mensaje, estas palabras equivalían -sin más- a un "No te molestes denunciando, ni trabajes de gusto, porque que no vas a lograr nada".

03 de Junio de 2011

El impenetrable blindaje de las consciencias de Carlos Menem y sus cómplices convirtieron el sistema judicial argentino en una red y, cuales trapecistas seguros de la contención de sus delitos, se dedicaron durante los diez años de gestión a rematar a precio vil, a vaciar y degradar las empresas públicas, para entregarlas en concesión o propiedad a quienes pagaran las coimas más elevadas.

La miseria humana, encarnada en abogados aspirantes a jueces y jueces relegados -todos ellos, deseosos de ser parte de la nueva realidad de los noventa- desfilaban por los estudios de los hermanos Anzorreguy, con el fin de jurar lealtad a los nuevos amos. Igual que el prodigioso dedo de Carlos V. Corach, cual varita mágica convertía todo lo tocaba en autoridad no discutible, al punto de obviar hasta el título habilitante. Tal fue el caso del ahijado presidencial, el pintoresco "Fiscal Federal" Jorge Damonte quien, de no haber sido denunciado, con seguridad estaría integrando la Suprema Corte de Justicia de la Nación junto a "desaparecida" Carmen María Argibay, o tal vez en la Procuración General de la Nación, colaborando con el también "desaparecido" Esteban Righi.

Comprender la realidad de la "Justicia Argentina" es una tarea compleja, pues se combinan personajes discepolianos del tango Cambalache junto con las creaciones más picantes de Pedro Almodóvar, más algún toque de Edouard Molinaro, en su obra cumbre "La Jaula de las Locas". Mención aparte merecen aquellos jueces y fiscales que se consideran honestos porque aseguran no recibir coimas, cuando en realidad viven esperando una llamada del poder para lavar la ropa sucia de algún funcionario importante que les garantice la permanencia en el cargo.

Como si no sobraran ejemplos, ayer nos enteramos de que el sorteo de la causa Madres de Plaza de Mayo-Sergio Schoklender recayó en el Juzgado Federal Nª 5 del Dr. Norberto Oyarbide, un juez amoral que debería haber sido echado de la justicia cuando menos hace una década. Ahora, debe juzgar a un parricida de moral "bajo cero" quien, de haber vivido en los Estados Unidos o en cualquier otro país serio, habría sido ejecutado o estaría preso hasta su último día (en el mejor de los casos). Seguir hablando de las Madres y su "hijo putativo" Sergio Schoklender sería redundar en algo que todos sabíamos desde hace tiempo, aunque del tema se esté ocupando actualmente hasta la revista Billiken. Se trata, en rigor, de uno de aquellos tantos temas que todos prefirieron callar hasta el día de hoy, en virtud de la inmensa protección político-mafiosa que disfrutan. Desde luego, es temerario tocar este y otros temas sin la protección política del caso, y fuera del período electoral.

Tal vez, terminadas las elecciones presidenciales -de acuerdo a los resultados que estas retornen-, alguien se atreva a arrojar algún dato respecto de la confiabilidad de los análisis de ADN que efectúa el Hospital Durand. Quizás, algún particular se anime a tratar en detalle la espinosa cuestión de las indemnizaciones para desaparecidos y autoexiliados, aunque alguno de ellos no hayan "desaparecido" (caso de Carmen Argibay), y otros no hayan estado tan "exiliados" (caso del ex Canciller Rafael Bielsa). Probablemente, algunas personas incluso se planteen averiguar quién cobró y quién no lo hizo.  Esta obra de misterio, tan ridícula como inaceptable, ha sido financiada con los dineros de todos los argentinos, pero a ellos se les priva el acceso a esa información.

Por otro lado, ¿cuál será el destino de las causas relativas a la explosión de la fábrica militar de Río Tercero? ¿Qué sucedió realmente con la venta de armas a Croacia? ¿Y en qué ha quedado la megacausa referida a los contratos para confeccionar los DNI, en donde los protagonistas obligados han sido el propio gobierno argentino, la firma alemana Siemens A.G. (y Siemens S.A. en nuestro país), y el gobierno de la ex República Federal Alemana? ¿Habrá tenido un momento de lucidez el Fiscal Luis Comparatore cuando -en ocasión de mi último encuentro personal con él- me aseguró que el tema "está todo cerrado entre los dos gobiernos; la causa se pinchó"? Ello, sin importar la confesión hecha por los propios ejecutivos de la empresa, sobre el pago de sobornos a funcionarios. Al parecer, tampoco tuvo mayor importancia las sentencias dictadas tanto en los Estados Unidos de América como en la propia Alemania... Para ser bien claros: sobran motivos para que don Carlos Saúl Menem -gran aspirante a los fueros que le otorgaría un nueva senaduría- exprese con impunidad "Yo voto a Cristina".

En honor a la verdad, ningún argentino en sus cabales podría sentirse orgulloso de nuestro sistema de justicia, pero mucho menos podría caber ese sentimiento para con nuestros gobernantes. Durante las últimas cinco décadas, nuestro país ha sido castigado con tenebrosos gobiernos de facto, que fueron oportunamente sucedidos por cleptocracias no menos tenebrosas -Gobierno de Ladrones, es el término que he acuñado-. Fue al final de la Era Menemista (julio de 1999) cuando el estadista y pensador contemporáneo Luis Barrionuevo descerrajó aquella célebre frase que lo proyectó a la inmortalidad: "Si los políticos dejamos de robar durante dos años, se arregla la crisis". Debe recordarse que la mayoría de los argentinos se indignó con el gremialista, pero nadie se tomó el trabajo de analizar a fondo cuáles eran los fundamentos para esa temeraria y grave afirmación. Casi tres años más tarde, en junio de 2002, cuando en un ataque de sinceridad -aunque poco diplomático-, el ex presidente uruguayo Jorge Batlle opinó de los gobernantes argentinos eran "una manga de ladrones, del primero al último", los de este lado del río nos sentimos ofendidos, exigiendo disculpas diplomáticas, en lugar de felicitarlo por su coherencia y valentía.

Para no desentonar con el resto de la dirigencia, los gremialistas colaboran con su enorme cuota de corrupción: a la gran mayoría de ellos, se los puede sorprender fácilmente en cualquier negocio o "negociado", se trate de una mutual u obra social que proporcione excelentes ganancias personales, o lo que fuere. Para ilustrar, vaya una anécdota. Estaba yo siendo consultado por los empleados de una cadena de supermercados que acusaba el vaciamiento por parte de sus dueños, y los empleados eran despedidos sin indemnización alguna. En forma casual, me encontré con el secretario general del gremio de comercio para la zona Oeste, don Rubén Ledesma. Aproveché, entonces, para enterarlo minuciosamente del asunto. Exhibiendo una notable preocupación, llamó -en el acto- a otro miembro del secretariado, de identidad Luis Sosa (lo conozco personalmente desde entrados los años ochenta). Le explicó a grandes rasgos el problema, ordenando: "Va Carlos Morán para allá. Ocupate del asunto, que se tiene que solucionar só o sí". Es un dirigente de raza este Ledesma, pensaba yo, mientras me encaminaba hacia la entrevista con Sosa. Mi llegada a la sede gremial fue casi igual que mirar el canal Volver: habían pasado veinte años. Delegados de otras épocas se habían convertido ahora en dirigentes. El reproche de tono cariñoso era "Te fuiste para arriba y te olvidaste de los pobres", y otras cosas por el estilo. Asumía yo que mi encuentro con Luis Sosa había resultado todo un éxito pues, luego de escuchar él mi detallado informe, mi interlocutor me replicó: "Los vamos a hacer m... a estos hijos de p...". Yo continué en mis propios asuntos. Habían transcurrido no menos de seis horas cuando recibí una llamada de una empleada del supermercado quien, sollozando, me dijo: "La dueña está furiosa porque dice que fuimos a denunciar en el gremio, y echó a dos más". A partir de ese momento, no pude volver a encontrar ni a Sosa ni a Ledesma.

Algo menos de sesenta días más tarde, y mientras transitaba con mi automóvil por la Autopista del Oeste, percibo un gran alboroto: había columnas de humo, elevándose frente al supermercado Carrefour de la localidad de Ituzaingó. La curiosidad pudo más; di la vuelta, y en el ingreso al mercado, encontré a Luis Sosa, junto a una parrilla humeante repleta de chorizos. El mencionado monitoreaba de cerca a una decena de muchachos que golpeaban bulliciosamente bombos y redoblantes, al tiempo que levantaban banderas con leyendas alusivas. "¿Qué está pasando Luis?", pregunté, notando la incomodidad de Sosa. Vino la respuesta: "Este hijo de p... de Moyano está tratando de robarnos los afiliados". Tras un lapso de treinta segundos de silencio, le contesté, con tono de reproche: "Para esto, sí que se mueven rápido. Decime, Luis. ¿Qué pasó con los supermercados por los que te fui a ver? Terminaron echando a un montón de gente", le espeté, mirándolo fijo a los ojos. "¿Acaso no se iba a arreglar 'sí o sí' ese tema? En qué quedó?". Casi avergonzado y sin poder sostenerme la mirada, me dijo: "Vos sabés cómo es esto... es jodido". Me encaminé hacia mi auto, mientras sentía explotar de impotencia. Pensaba yo en una veintena de jóvenes explotados y despedidos impunemente, mientras miraba una gigantografía con la imagen de Rubén Ledesma, propuesto ahora para intendente de La Matanza. Esto es sólo una muestra médica de un caso de "cabotaje". Pero, si Usted sabe proyectarlo, comprenderá por qué estamos como estamos...

Quien esto escribe, entiende que corresponde reflexionar y cambiar el rumbo. Porque, tal como si nos encontráramos en el Titanic, los argentinos perdemos el tiempo bailando en cubierta... pero al ritmo de los bombos que tocan los políticos, jueces, gremialistas y piqueteros.


Por Carlos Alberto Morán Hidalgo, para El Ojo Digital Sociedad
e-Mail: camh27@hotmail.com

 

Por Carlos A. Morán Hidalgo, para El Ojo Digital Sociedad