Cristina está sola
La presidente Cristina Fernández corporiza -desde lo personal, y desde el cargo que ocupa- un cuadro político de marcada relevancia.
Hagamos un poco de historia. Desde su carrera estudiantil, esta espléndida mujer ya contaba con una de las virtudes que la caracteriza: una nutrida capacidad discursiva. Según trascendidos de allegados a la pareja de novios (con Néstor Carlos Kirchner, en su época universitaria), Cristina desbordaba oratoria. "Era fluída, muy gestual y con ribetes floridos [...] También es cierto que muchas veces observaba alguna falta de contenido". Y continúa: "... Pero quien armaba y desarmaba era él, Néstor. En más de una oportunidad, él tenía que ordenar el lío (o los malos entendidos) que generaba Cristina a lo largo de sus brillantes discursos...".
Se trataba de una pareja constituída: cada cual potenciaba sus capacidades y completaba las carencias del otro. Cristina decía, Néstor hacía.
En el mundo de la política y su práctica activa, quienes tenemos vasta experiencia sabemos bien que una cosa es decir y otra -muy diferente- es hacer.
El político militante -sobre todo cuando se inicia, desde joven, en la práctica de esa pasión- va entrenando su cerebro para decir y hacer, que no es poca cosa.
El político sabe que, en el fragor de un encendido discurso pueden cometerse errores. Y es en función de este conocimiento que tiene el cerebro preparado para enmendar con acciones aquellos desatinos que pudieren surgir ante el aplauso de una audiencia.
El dirigente tiene el pulso para notificarse de la falla y poder corregirla en el momento. A veces, basta simplemente con una aclaración, una disculpa, o quizás más adelante, con hechos.
En estos días de definición, la Presidente de la Nación se encuentra con un grave problema. Inconveniente que comienza con la sorpresiva muerte de Néstor Kirchner.
A partir de la desaparición física de Néstor, Cristina -amén de estar envuelta en un desesperante dolor- comenzó a sentir la falta de aquel que enmendaba los malos entendidos que pudiesen brotar de su oratoria. Por ejemplo, los derivados de jamás reconocer el dilema de la inseguridad o el de la propia inflación. O, lo que es peor aún, su enfrentamiento con Hugo Moyano. Finalmente -y tal como vemos en estos días-, la resolución de la crisis de corruptela que involucra, solo por ahora, a Sergio Schoklender y a Hebe María Pastor de Bonafini.
El grupo que rodea a Cristina es incapaz de reemplazar a Néstor Kirchner. Queda vacío el lugar del "hacer". Y el problema se agrava, pues transitamos tiempos de definiciones electorales que no pueden demorar más tiempo. Situación que se ve magnificada ante cada oportunidad que alguien de su séquito "anticipa" que la tan promocionada candidatura será lanzada el 23 de junio.
La osadía del "exégeta" -sumada a la endeble actitud de algún ministro- pusieron aún más en evidencia la ausencia de Néstor. Todo un grupo no puede suplantar la acción del ex presidente. Cristina Fernández queda expuesta, aunque es lúcida como para percatarse de ello.
Ante esta gran ausencia en el "hacer", Cristina debe estar ponderando, seguramente, una candidatura futura. Parece sola. Y está sola.
Se trata de una mujer que ha pasado, en los últimos tiempos, por momentos aciagos. Es alguien que aún puede disponer de tiempo futuro para disfrutar de su vida con sus jóvenes hijos. Y, a la vez, es una persona cuya salud deriva en una verdadera incógnita.
La Presidente es una mujer que, de una manera u otra y a su propio decir, ya ha dado "todo lo que tenía para dar por el país". Hasta el sufrimiento que se deriva de la pérdida de su compañero de vida.
Sin lugar a dudas, podría seguir haciendo. Pero le falta "la otra pata".
Por Alberto Lestelle, Diputado Nacional (M.C.). Ex titular del SEDRONAR.