La falsa austeridad europea
El movimiento contra la austeridad se encuentra en pleno apogeo luego de las elecciones en Francia y Grecia. Mientras tanto, en EE.UU., los defensores de más gasto público insisten en que la debacle europea demuestra que se deben revertir los esfuerzos por reducir la deuda y el déficit.
El movimiento contra la austeridad se encuentra en pleno apogeo luego de las elecciones en Francia y Grecia. Mientras tanto, en EE.UU., los defensores de más gasto público insisten en que la debacle europea demuestra que se deben revertir los esfuerzos por reducir la deuda y el déficit. Después de todo, escribió Paul Krugman en el New York Times, “el argumento de que recortar el gasto público estimularía a los consumidores y a las empresas a gastar más ha sido ampliamente refutado por la experiencia de los dos últimos años”.
Ante el persistente bajo crecimiento de Europa, Krugman podría tener razón — tan solo si en verdad hubiera habido austeridad en Europa en los dos últimos años.
Es cierto que Europa no ha practicado el mismo tipo de gasto keynesiano que caracterizó, por ejemplo, al paquete de estímulo de Obama. Aunque eso no es del todo cierto. Portugal sí intentó su propia versión de estímulo fiscal: En 2009 inyectó más de €2.200 millones a la economía, equivalente a 1,25% de su PIB. El resultado fue que el crecimiento económico se mantuvo negativo, mientras que el desempleo aumentó del 9,4% ese año al 14,4% actual. Hace poco el ministro de Finanzas de Portugal le dijo al New York Times que luego del estímulo, “las cosas no cambiaron, solo empeoraron”.
Mientras tanto, no es cierto que el resto de Europa haya “desmantelado” el Estado de Bienestar, como dijera Eugene Robinson del Washington Post. Desde luego, ya que el Estado promedio de la Unión Europea consume más de la mitad del PIB nacional, cierto recorte podría ser más que necesario. Pero hasta ahora los gobiernos europeos ni siquiera han estado dispuestos a pinchar el Estado de Bienestar, mucho menos lo han desmantelado.
En Francia, por ejemplo, la llamada austeridad consistió en gran medida en aumentos de impuestos. Se introdujo un impuesto complementario del 3% sobre los ingresos mayores a €500.000, se aumentó en un punto porcentual la tasa máxima de renta (de 40% a 41%), y se puso fin a la indexación automática de las bandas impositivas en los tributos a la herencia, riqueza y renta. También hubo un aumento del 5% en el impuesto sobre la renta corporativa para las empresas con ingresos superiores a €250 millones, así como un aumento en el tributo a las ganancias de capital, y el cierre de varias exenciones en el impuesto de renta corporativo. Y a pesar de que la mayoría de estos aumentos impositivos estaban dirigidos a los ricos, la clase media también salió afectada. Hubo un aumento en el impuesto al valor agregado e impuestos especiales sobre el tabaco y el alcohol.
Esta agenda debería alegrar a cualquier defensor de más impuestos —como por ejemplo Paul Krugman.
Es cierto que hubo ciertas reformas a los programas sociales y reducción de gastos. Pero estos aún no han entrado en efecto. Por ejemplo, Francia aumentará su edad de retiro de 60 a 62 años, pero hasta 2017. También se implementará un límite al gasto gubernamental en salud, a partir del próximo año. Por lo tanto, es un poco difícil discernir si recortes presupuestarios que podrían o no darse en el futuro o aumentos de impuestos que ya han entrado en efecto, son los culpables de que el crecimiento económico francés se haya desacelerado.
Veamos también el ejemplo del Reino Unido, donde la coalición conservadora-liberal sufrió recientemente una derrota en las elecciones municipales, en parte como reacción a las llamadas medidas de austeridad. Recordemos que un mes antes de perder las elecciones parlamentarias en mayo de 2010, el laborista Gordon Brown aumentó el impuesto de renta personal al 50% para las personas con ingresos superiores a £150.000 anuales. Esa medida de hecho logró disminuir los ingresos generados por dicho tributo en £509 millones. El gobierno británico disminuyó su planilla e hizo ciertos recortes en algunos programas, pero su gasto todavía consume casi el 50% del PIB nacional. El gasto público registró un aumento de £59.200 millones de 2009 a 2011.
Otros países europeos han seguido el mismo enfoque: aumento de impuestos hoy (especialmente) a los ricos, y promesas de pequeños recortes en el futuro distante. España impuso un “impuesto sobre el patrimonio” a los ciudadanos con más de €700.000 en activos, y decretó un aumento del 7% en el impuesto de renta para los que ganan más de €300.000 anuales; también aumentó los impuestos sobre las ganancias de capital. Italia impuso un “impuesto solidario” del 3% a todos los contribuyentes con ingresos mayores a €300.000. Grecia aumentó sus impuestos en casi el doble de lo que redujo el gasto, incluyendo un impuesto complementario del 5% a los ricos. Los impuestos al valor agregado aumentaron por doquier. Y el combustible, el alcohol y el tabaco fueron también objeto de aumentos tributarios.
No debería ser ninguna sorpresa que todos estos nuevos impuestos, combinados con una falta de moderación en los gastos, amenacen con llevar a Europa a una nueva recesión. ¿Hay alguna duda de por qué los votantes franceses, griegos y británicos estaban ansiosos por castigar a sus políticos?
Este artículo fue publicado originalmente en El Universal (Venezuela) el 16 de mayo de 2012.