ESTADOS UNIDOS: DR. JAMES JAY CARAFANO

La política exterior de Barack Obama y sus efectos en las elecciones de 2016

He aquí una predicción arriesgada: para 2015, todo aquel que opte al cargo de presidente, lo hará...

04 de Abril de 2014
He aquí una predicción arriesgada: para 2015, todo aquel que opte al cargo de presidente, lo hará en contra de la política exterior del presidente Obama.
 
No obstante, el actual plantel de candidatos conservadores ha hecho poco, a nivel colectivo, para poder reclamar el tradicional liderazgo en seguridad nacional por parte de la derecha. Y pelearse entre ellos mismos ciertamente no es el mejor modo de recuperarlo.
 
Incluso la MSNBC así lo ha entendido. Hace unos días, el analista político titular de esta cadena por cable, Mark Halperin, citó al estratega demócrata David Axelrod, argumentando: 'Siempre que el presidente sale en las noticias hablando de política exterior, eso genera un efecto negativo en sus resultados en las encuestas...'. Y eso no es sólo porque los ciudadanos estadounidenses centren más su atención en los temas nacionales. Es porque la política exterior de Obama ha sufrido una apabullante humillación tras otra.
 
En el frente doméstico, las noticias no son buenas. La Casa Blanca se mueve de manera incómoda entre temas tan importantes como Obamacare o la creación de empleo. Y sin embargo, el frente doméstico es un lugar placentero para la Oficina Oval comparado con su serie de importantes reveses en el exterior.
 
El colapso de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia por la crisis de Crimea es tremendamente perjudicial, puesto que el “reseteo” de las relaciones con Moscú había sido el eje del “nuevo” enfoque de los asuntos exteriores por parte del presidente.
 
Sin embargo, el fracaso en el exterior no supone ninguna sorpresa. La política exterior de Barack Obama se ha basado casi en su totalidad en la premisa de que se podría persuadir a los enemigos para cooperar. Pero faltaba un Plan B, un plan de actuación sobre qué hacer cuando los enemigos no cooperan. Por ello, el primer acto instintivo del presidente fue evitar riesgos y no hacer nada. Pero esa no es una estrategia sostenible. Una potencia global no puede esconderse debajo de las sábanas.
 
De tal suerte que, ahora, Barack Obama está intentando una estrategia de “incrementalismo”, tratando de aplicar solamente la presión necesaria para marcar la diferencia o al menos sacar del apuro a la Casa Blanca, permitiendo al presidente retornar al salario mínimo y a sus otros temas internos favoritos. Esa estrategia se ha aplicado en respuesta a la anexión de Crimea por parte de Putin. La Casa Blanca pidió toda una batería de sanciones con la promesa de que, si eso no funcionaba, lo intentaría aumentando las sanciones.
 
Una respuesta gradual es algo mejor que no ofrecer ninguna respuesta. Pero, en cualquier caso, el presidente está telegrafiando su próximo movimiento, dándole al otro lado tiempo más que suficiente para anticiparse y estar preparado. Es más, el “incrementalismo” lento y facilista es una estrategia poco elaborada y desesperadamente precavida como para aplicarla en la crisis de Ucrania. Nunca funciona cuando la apuesta del otro lado es fuerte y Moscú ve Crimea como un interés vital. Putin simplemente no cambiará de opinión por unas leves sanciones. Al adoptar este enfoque, Obama se convierte en un jugador de póker que espera que una serie de apuestas bajas consigan doblegar a su oponente, cuando ese oponente está preparado para gastar cientos de dólares con tal de asegurarse el premio.
 
Si el equipo de política exterior de Obama continúa procediendo igual de mal, los asuntos de política exterior no harán más que empeorar para una Administración cada vez más de salida. La conclusión de todo esto es que el papel de Estados Unidos en el mundo bien podría convertirse en motivo de debate justificado en las elecciones presidenciales de 2016, eso sí, tenga por seguro que nadie se presentará  prometiendo “cuatro años más” de Doctrina Obama.
 
Esto supondrá un desafío más arduo de lo habitual para los candidatos conservadores. El consenso conservador en cuanto a la defensa se fracturó a raíz de la Guerra de Irak. El mantra de Ronald Reagan de “la paz mediante la fuerza” apenas tiene eco en muchos de ellos.
 
Con esto no quiero decir que una política exterior tradicional conservadora no pueda triunfar. Pero puede que algunos candidatos conservadores se vean tentados a forjar un estilo propio de política exterior, acercándose a las posiciones más extremas del ala derecha. Sin embargo, ni un candidato “aislacionista” ni uno “intervencionista” serán capaces de suscitar consenso en política exterior entre los conservadores de base.
 
Algunos líderes conservadores ya han tenido roces sobre cómo responder a las crisis de Siria y Ucrania. Pero sugerir respuestas diferentes a contingencias concretas diferentes es muy distinto a catalogar esas respuestas como una declaración de partido sobre los principios de la política exterior.
 
Una guerra cruenta sobre los temas exteriores y de defensa dividirá al movimiento conservador. Y, al final, no producirá las normativas presidenciales a las que se adheriría la mayoría de los americanos.
 
En su mayor parte, los ciudadanos estadounidenses piensan acerca de los asuntos exteriores exactamente de forma contraria a cómo tienen en cuenta la política interna. En los asuntos nacionales, la gente respalda al candidato que mejor refleje sus puntos de vista. En lo que respecta a la seguridad nacional, tienden a confiar en que su candidato favorito haga lo correcto.
 
En cuanto al voto, lo que más mueve a la gente es la creencia de que su candidato favorito es una persona prudente, con carácter y buen juicio, alguien en quien puedan confiar para tomar las medidas necesarias con el fin de proteger los intereses de Estados Unidos en un mundo lleno de peligros. Esto explica cómo pudo obtener Obama la reelección tan cómodamente, aunque ahora se encuentre alejado de la política exterior. Los ciudadanos del país confiaron en él para los asuntos exteriores, ya que les gustaba más que Mitt Romney. Pero los reveses posteriores han dilapidado toda esa confianza.
 
En 2016, los estadounidenses buscarán de nuevo a alguien en quien confiar. Y, en lo relativo a los asuntos exteriores, los candidatos conservadores pueden defender el punto de vista de que son líderes competentes, honrados y que tienen sensatez. Como mejor se logra eso no es luchando desde los extremos políticos, sino demostrando carácter. Aquellos que deseen liderar el movimiento conservador deberían centrar su atención en ese objetivo, en vez de hacerlo en las luchas intestinas.



Artículo original en inglés, en http://blog.heritage.org/2014/03/30/politicians-attitude-towards-foreign-policy-must-change/
 
 
Sobre Dr. James Jay Carafano

Poseedor de master y doctorado en la Universidad de Georgetown, Carafano es un reconocido experto en temáticas de seguridad nacional y desafíos en política exterior. Es vicepresidente de Estudios en Políticas de Defensa y de Política Exterior en la Fundación Heritage, y Director del Instituto Kathryn y Shelby Cullom Davis de Estudios Internacionales. Es también historiador e investigador; su publicación más reciente es "Wiki at War: Conflict in a Socially Networked World" ('Wiki en Guerra: el Conflicto en un Mundo Socialmente Interconectado', 2012), obra que examina el impacto revolucionario del Internet en la seguridad nacional. Es Teniente Coronel del Ejército de los Estados Unidos. Recientemente, se ha desempeñado -asesorando en temas sobre los cuales es experto- en el equipo de transición del presidente estadounidense Donald Trump.