ESTADOS UNIDOS: MARION SMITH

¿Ha cambiado el mundo tras los atentados de 2001 en Nueva York?

Cada siglo desde la fundación de los Estados Unidos, enemigos extranjeros han puesto a prueba la fortaleza...

11 de Septiembre de 2014
Cada siglo desde la fundación de los Estados Unidos, enemigos extranjeros han puesto a prueba la fortaleza de la república americana, la seguridad nacional y los principios políticos de aquélla. El 11 de septiembre de 2001 no fue el primer atentado devastador al territorio estadounidense: En 1814, los británicos quemaron Washington DC y, en 1941, los japoneses bombardearon Pearl Harbor. El repaso a estos dos eventos nos recuerda que el 11 de septiembre no fue un acontecimiento totalmente único. La muerte, la destrucción y la conmoción de los atentados reforzaron una lección previamente aprendida por generaciones de valientes estadounidenses que supieron legar una nación independiente, fuerte y libre.

Poco después de la Revolución Americana, las Guerras Napoleónicas en Europa indujeron a Inglaterra y Francia a atentar contra la soberanía de EE.UU. en alta mar. Francia exigía sobornos en su diplomacia, e Inglaterra reclutaba a la fuerza a ciudadanos estadounidenses, obligándolos a servir en la Armada Británica. En respuesta a estas violaciones de la independencia americana, Estados Unidos trató de reivindicar su soberanía y asegurar las bendiciones de la libertad de sus ciudadanos, ganada con tanto esfuerzo. Pero años de gastos inadecuados en defensa habían dejado a Estados Unidos mal preparado para combatir en la Guerra de 1812.

Las escasas victorias de EE.UU. contra los británicos eran directamente atribuíbles a previas asignaciones presupuestarias del Congreso destinadas a fortalezas, fragatas, tropas regulares y formación de oficiales. Estos preparativos militares fueron ostensiblemente inferiores a los que los presidentes Washington, Adams y Jefferson habían solicitado, y esto fue así debido a que el Congreso confiaba en que la diplomacia sería suficiente para mantener la paz. Como resultado, el presidente James Madison fue incapaz de defender la joven capital. En el verano de 1814, las tropas británicas desembarcaron en Maryland y, por espacio de once días, tomaron Washington D.C., quemaron las Cámaras del Congreso, la Casa Blanca y la Biblioteca del Congreso (que albergaba la colección de libros de Jefferson).

Aunque Gran Bretaña y Estados Unidos pronto negociaron la paz, el costo final de la guerra fue bastante más caro de lo que los preparativos en defensa habrían costado.

Más de un siglo después, el creciente ejército de Japón y sus políticas cada vez más agresivas en el este de Asia durante los años 1930 fueron en aumento, casi sin obstáculos. La confusión y la discordia dentro del propio Estados Unidos llevaron a la timidez en el extranjero. Un aislamiento cada vez mayor por un lado y una deferente y altruista política exterior por otro, dejaron los intereses estadounidenses a la deriva de la desprotección.

A pesar de que la Segunda Guerra Mundial continuaba sin tregua, muchos ciudadanos americanos (habiendo olvidado las lecciones de su previa política exterior) aspiraban a que Estados Unidos no se viese afectado. El ataque a Pearl Harbor hizo añicos tales conceptos, y fue necesaria una sangrienta y costosa guerra para derrotar a los enemigos de Estados Unidos y reafirmar la independencia soberana de la nación.

La lucha contra el terrorismo islámico radical, responsable de los ataques del 11 de septiembre de 2001, tiene su propio conjunto de retos únicos y exige nuevas políticas de actuación. Sin embargo, el 11 de septiembre no ha cambiado el mundo como para que sean necesarios principios novedosos con miras a proteger a Estados Unidos. EE.UU. aún es un pueblo que desea ejercer el autogobierno en el país y la independencia en el extranjero. Estados Unidos se ha enfrentado a enemigos implacables antes: a los británicos en el siglo XIX y a los japoneses en el siglo XX. Pero la gran estrategia, necesaria para hacer frente a estos desafíos, sigue siendo la de los Padres Fundadores de Estados Unidos.

A lo largo de este siglo XXI, potencias extranjeras continuarán, indefectiblemente, amenazando a la independencia de los Estados Unidos. Es cierto que el país no puede abstraerse de los problemas mundiales con la ingenua esperanza de una seguridad aislada. De hecho, la experiencia ha demostrado que hacer caso omiso de las amenazas originadas en el extranjero hace que los americanos se sientan menos seguros en casa. Hace dos siglos, en medio de la lucha americana por proteger su independencia frente a la coacción de potencias extranjeras, el entonces presidente James Madison escribió: 'Es un principio incorporado en la política establecida de Estados Unidos que, así como la paz es mejor que la guerra, así la guerra es mejor que pagar tributo'. El compromiso de Estados Unidos con la protección de su independencia soberana y su preparación militar contra sus enemigos continúan adelante, a criterio de asegurar los beneficios de la libertad para sus ciudadanos. Esta es, precisamente, la lección del 11 de septiembre; una lección que se ha visto reforzada a lo largo de la historia de Estados Unidos como nación independiente, y tal lección jamás deberá olvidarse.


Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2011/09/06/did-911-change-the-world/
 
Sobre Marion Smith

Es experto en temas internacionales y Director Ejecutivo en la Fundación para la Conmemoración de las Víctimas del Comunismo, en Washington, D.C.