NARCOTRAFICO & ADICCIONES: DR. JUAN A. YARIA

Drogas, y tiempo de personas solitarias

Los padecimientos humanos suelen presentarse como una caricatura del contexto cultural que transitamos.

26 de May de 2019

Los padecimientos humanos suelen presentarse como una caricatura del contexto cultural que transitamos. Hacia mediados del siglo pasado, un mundo terminó de precipitarse, surgiendo otro nuevo, confeccionado a partir de claroscuros. Este transitar entre mundos nos ha transportado desde la llamada Modernidad -con sus discursos predominantes que absorbemos en nuestras casas, en la calle, la escuela, las iglesias, los clubes y en otros entornos- a la Postmodernidad.

Drogas, Soledad, GRADIVAJunto a este fenómeno, la criminalidad organizada crece exponencialmente. Ya no se trata de los 'consiglieri' ni de los 'Corleones', fielmente retratados por el célebre escritor Mario Puzzo en 'El Padrino'; se asiste a la multiplicación de firmas comerciales o empresas organizadas; existen hoy empresarios que administran aceitadas cadenas de distribución e instituciones financieras o bancarias que les asisten en el aporte de fondos para operaciones, y en actividades de blanqueo de activos ilícitos. En rigor, el ser humano ha extraviado su más sagrada dimensión, para mutar en mero consumidor -sin importar la mercancía que se comercie, él debe ser útil para la plusvalía generada.

Todo lo cual, eventualmente, cobra fuerza y empuje en forma de síntomas y adversidades de la persona que consulta al profesional de la medicina y de la salud mental. Las drogas parecen ser, hoy, un reflejo del escenario, dada la masividad de su consumo, y la manera en que los químicos funcionan como muestrario de agujeros y vacíos de las personas. Lo propio sucede con trastornos como pánico, crisis de ansiedad y depresiones, que hoy se evidencian en la edad media de la vida. En todo el mundo, las adicciones se disparan, verificándose idéntico proceso con las patologías mentales y los intentos de suicidio.

En la República Argentina, determinados sectores han trabajado con esmero para reducir la percepción del riesgo inherente al consumo de estupefacientes o de alcohol; lo que, a su vez, conduce a justificar la epidemia existente. Así, por ejemplo, los tranquilizantes supieron ser considerados como sumamente perjudiciales en 2015 por un 75% de la población, pero ese guarismo se redujo al 52% en 2017. Mismo fenómeno registró la marihuana, pasándose del 73% al 51%. Entre menores de treinta años de edad, la percepción del riesgo ante cualquier sustancia se ha desmoronado significativamente, sucediendo lo propio con la ingesta de bebidas alcohólicas. Existe un marketing cuyo esfuerzo se centra en reducir esa percepción, y en ese ejercicio colaboran los propios consumidores; estos últimos ofician de propagandistas primigenios. A la postre, el mercado está en ascenso. Para el profesional, deviene en un imperativo ético el atender a esta realidad, a criterio de construir un sistema de empatías que sirva para devolverle a las personas un sentido que permita vivir y no perecer anticipadamente.

Desde mediados del siglo XX, se ha asistido a tres grandes relatos que, durante centenares de años, supieron disputarse la educación y el control político de las naciones. Pero esos sistemas han entrado en crisis: se trata del cristianismo, del comunismo (en el formato de la preeminencia del proletariado en la lucha de clases) y del iluminismo (el cual portaba una fe ciega en la razón y una confianza ilimitada en el progreso individual y colectivo). El desmoronamiento de estos relatos, otrora titulares de siglos de vigencia, ha dado lugar a un novedoso ciclo cultural que busca imponerse a la Modernidad. Conforme lo hemos dicho ya, se trata de la Postmodernidad. El resultado es una solidez en estado de licuación, esto es, el debilitamiento de las denominadas sociedades disciplinarias. Las familias se debilitan; los hijos son víctimas del abandono. La tasa de natalidad se precipita en las naciones centrales. El tiempo es el hoy; el ya. Emerge Narciso. La vida no ofrece finalidades, conforme todo se agota en el instante. Lo cierto es que todos somos consumidores; el paradigma del consumo es para todos, y lo propio sucede con las drogas.

La cultura de consumo, dineraria e individualista, emerge victoriosa como centro de la existencia; la Palabra y el Diálogo han sido derrotados. El carácter vertiginoso de la técnica y la informática suplanta diálogos y vivencias. El Homo Novus actual es más plástico y líquido; es aperturista, pero también acusa un alto grado de abandono, particularmente en su infancia y la educación que ha dejado de recibir. El hombre pasa a ser un cliente o usuario formal, antes que ciudadano socioconsciente  y responsable. Crece cada vez más solo, rodeado de un mundo de objetos y objetivización del ser.


Poblaciones en crisis

De tal suerte que se conoce de tres destacadas poblaciones epidémicamente comprometidas frente al abuso de alcohol y drogas en nuestro país, conforme lo observamos en nuestra clínica GRADIVA:

1. Los jóvenes con iniciación a los 11 o 12 años con el alcohol y la infaltable marihuana, que luego siguen en la carrera 'académica' de otras (cocaína, sintéticos). Son jóvenes no tutelados, portadores de la crisis de los otrora transmisores de la cultura (padres, escuelas). Hoy, han sido amaestrados por una subcultura multimediática e hipertecnológica que se dirime entre YouTubers, Instagrammers, propagandistas y anonimato. Su eslogan parece ser el 'No Future' que fuera iconizado durante los años noventa.
Pero este Hombre Dionisíaco (que tiene al placer como único eje) busca una promesa, una Palabra que lo ayude a ordenar y dirigir su vida.
Nuestra tarea cotidiana en la consulta nos presenta a jóvenes que buscan Padres con mayúscula, tal como lo consigna Odisea en el mito de Telémaco (el hijo le ruega al padre que retorne, para poner algo de orden en su aldea).
Estas personas piden, para sus vidas, algún tipo de jerarquía en donde el afecto, los valores, tradiciones y límites puedan orientarlos en el difícil camino de vivir. Precisamente, buscan encontrarse con aquello que la Postmodernidad les ha quitado.

2. Adultos francamente agobiados, que consultan cuando ya el vodka y la cocaína han perdido su encanto, o bien se ha llegado al final de esa 'luna de miel', para convertirse en una compulsión autodestructiva. Atrás han quedado empresas y emprendimientos propios, familias e hijos. Arriban a la consulta, vencidos y apabullados por el sin-sentido de sus vidas, percibiendo que han corrido detrás de una fuga imposible en drogas y alcohol o cócteles de ambos; fuga que también han construído a base de vínculos fugaces y transitorios. Son prisioneros de una melancolía vital que los arrastra a patologías tales como diabetes, infartos, insomnio pertinaz, sedentarismo y desesperación.
En sus existencias, ese evento central que es la adicción los remite -una y otra vez- a las salas de guardia, en donde un suero con tranquilizante los aguarda... para devolverlos al reinicio del proceso. En el epílogo, les sobreviene una muerte sin dignidad; una estadística más.

3. Familias laceradas por el consumo. En este andarivel, ha triunfado el marketing del oxímoron identificado en el eslogan del 'consumo responsable', allí donde se ha marginado adrede la función cerebral y se ha descartado por 'insignificante' el pernicioso impacto de drogas sobre las conexiones neuronales, la personalidad y los criterios ordenadores fundamentales que hacen a la propia personalidad, y al vínculo social y familiar. Se multiplican, en tal proscenio, los padres que consumen, los hijos que ayudan en las crisis de las 'resacas'. Pero todos consumen. Esos núcleos familiares sin dudas se caracterizarán por algún integrante portador de alguna enfermedad infecto-contagiosa crónica. En el cierre, se registra un desmoronamiento de la cultura, en virtud de que la familia -primer organizador social- no puede ya cumplir con su función.
En 'tiempos nublados' (metáfora ingeniada por Octavio Paz, al referirse al hoy, en donde la espiritualidad ha quedado nublada), se impone la necesidad de restaurar el diálogo y la cultura de la palabra, con el fin de vencer la compulsión al consumo.


Un mundo de clientes y usuarios

Y ya lo hemos explicitado: el profesional asiste hoy a una multiplicación de los desórdenes adictivos, mentales y nutricionales. Infortunadamente, este discurso parece haber quedado obsoleto: para muchos, el sujeto, otrora ser humano o persona, se ha convertido en un mero cliente. Las modas exigen el derrumbe de la sociedad disciplinaria porque, para el marketing de oportunidad, todo lo superficial y light debe precipitarse, destruyéndose en el proceso los dictados de las normas sanitarias. Atestados de pacientes en sus salas de guardia, los hospitales evidencian la muete de muchos que han llegado tarde, portando un deterioro neurológico de orden irreversible.

El mundo narco, a su vez, entiende a las personas como negocios individuales en donde quien padece (paciente) es un cliente; en tal capacidad, el sistema del narcotráfico tiene la meta de multiplicar esa clientela, para garantizar a futuro su negocio. A su vez, las industrias legales farmacéuticas, la hotelería y la industria del entretenimiento creen ver en este negocio una ampliación de la red de comercialización, conforme lo certifica la articulación de joint ventures entre tabacaleras y productoras de cannabis. El producto comercializable es responsabilidad de ingenieros químicos y laboratoristas; la comercialización del artículo cae bajo la égida del experto en marketing y comunicaciones.

A fin de cuentas, aquéllo opera con cruda coherencia: atienden -así lo ven ellos- a las necesidades de una sociedad química, que explora alternativas para la huída en la difusión de imágenes. A cada área de especialización le corresponde un profesionale en esa materia.

 
Sobre Juan Alberto Yaría

Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.